Don Domingo Hernández es ese ganadero que salió contrariado de la feria de Fallas 2009 porque la corrida había salido encastada. El disgusto era explicable por la dificultad de comercialización de sus productos que podría derivar de continuar por esa línea.
Comparecía en su única actuación en la feria una primera figura como El Juli, para lo cual había elegido una ganadería a propósito, claro está. Cuentan que El Juli pidió torear una corrida La Quinta, y que la empresa se negó ¡A otro perro con ese hueso!
Le acompañaba, que no rivalizaba, Sebastian Castella, que también toreó esta misma ganadería en 2009, por cierto, con más éxito popular que toreo.
Completaba la terna un joven torero, Daniel Luque, que levantara muchas expectativas la pasada temporada, y que en ésta se halla sumergido en un bache considerable.
El papel, claro está, se agotó a las pocas horas de salir a la venta.
Hasta aquí el planteamiento clásico del dicho "Corrida de expectación..."; y, como es habitual, el mismo se cumplió a rajatabla, por obra y gracia de 6 mansos 6. Y digo 6 y no 5 porque tampoco puede aprobarse al primero, como diré a continuación. Por si fuera poco, la presentación fue deplorable, por lo basto de sus hechuras.
El Juli habría resuelto con solvencia su compromiso, si no fuera porque no tuvo a bien colocar en suerte a los toros en el caballo (al primero le situó las dos veces en las rayas, y al segundo lo metió al relance) y tampoco mató como ha de exigirse a una figura. Tuvo la fortuna de enlotar al único toro apto para el lucimiento estético, el primero, "Listo", no de aprendizaje, sino preparado para que El Juli pudiese lancear cómodo y templado en el saludo, que remató toreramente con media desmayada. El animal no empujó en el peto y salió tan de naja que arrolló a Álvaro Montes en su salida. Noble y flojo en palos, fue aristócrata de derechas en la muleta, y algo protestón de izquierdas (pero poco, algo así como los sindicatos con la política gubernamental, para que el lector se haga una idea). Como alternó esos dos desiguales pitones, la faena fue de altibajos, con alguna serie redonda y otras enganchadas, sin faltar algún carrusel de por medio. Alargó sin mesura la faena y el toro quedó difícil de igualar. Dos pinchazos y un julipié caído pusieron mal broche a la faena.
Y no hubo más, porque el resto se esquematiza con cuatro pinceladas:
- El cuarto fue desconcertante en los dos primeros tercios (que se lo pregunten al Niño de Leganés), le atizaron de lo lindo en el primer puyazo, y acabó obediente y aborregado en la muleta suave y templada de un inteligente Julián López. Aquí hubo pinchazo hondo y estocada julipiense.
- Castella sigue en su línea de valor en la corta distancia y toreo menor en la media y larga. El corretón y huidizo segundo le permitió de salida lancear a pies juntos en los medios; fue flojo, rebrincado y manso en la muleta, mas peligroso por el izquierdo; terminó con sus demostraciones de valor pendular que entusiasman al personal; falló a espadas. El quinto se emplazó al principio, para continuar abanto; se repuchó en el caballo y levantó mucho la cara en el tercer par; lo demás, sin historia.
- Daniel Luque pechó con un tercero que anduvo pegando coces y cabezazos, y al que el sevillano no aplicó la receta obligada. Con el sexto, rajado de salida y de continuos arreones, sólo se lució el banderillero Jaime Padilla -curtido en mil batallas-; permitió algunos muletazos decorosos del Barbero de Sevilla cuando le dejaba pegada la muleta al hocico; lo que resultó de mal esgrima fue el sablazo sin soltar que le endilgó en los costillares.
Me preguntó un amigo por qué me muestro tan crítico con los carteles de San Isidro, incluso cuando incluyen figuras. Le contesté haciendo una similitud con la Ópera: qué dirían los aficionados al bel canto si en La Scala de Milán, se anuncia a Plácido Domingo con una orquesta sinfónica de segundo nivel y utilizando bastos instrumentos. Lo entendió.
Nota: Publicado originalmente en el blog estrapicurciela
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