Comenzó la feria; continuó el sopor de la torerimaquia (ya saben, esa especie de tauromaquia sin toro de lidia que asola el planeta taurino). Impresentable corrida de Salvador Domecq, de la que se devolvió el sexto por inválido, como también, y por el mismo motivo, debió hacerse con primero y tercero (dos toros que el Sr. Muñoz Infante ha ahorrado a Taurodelta) y no debió salir el segundo por falta de trapío (pobre de cara y paupérrimo de culata). Insoportable desfile de bóvidos descastados y discapacitados, que la afición de Madrid se ha tragado mansamente.
Curro Díaz propuso la reivindicación de la estética como única y suficiente justificación del toreo, con el pinturero desmayo de tres tandas con la muleta armada y oblicua, culminadas con un volapié "a capón". El personal y el usía consideraron esto digno de premio, sin valorar como demérito la aborregada condición del oponente, ni los mil lances que necesitó para ponerlo en suerte ante el caballo, ni la renuncia clamorosa a continuar con la zurda tras un sólo intento en que el toro fue decididamente al cuerpo. Esto fue la parte de la torerimaquia artística.
Casi todo lo demás es la parte de la torerimaquia soporífera. No merece mucho la pena, pero apuntaré lo siguiente: caballos bajo los efectos de algún extraño brebaje; Juan Bautista, que no está para esto; Eduardo Gallo, a quien alguien podría aconsejar que no eternice sus faenas plomizas, y menos intentando unas bernadinas a un toro inmóvil; Curro Robles que demostró en su segundo par al quinto que algunos toreros aún tienen pundonor; la eficaz brega de José Gómez El Topas en el sexto bis. En fin, como digno resumen baste decir que la única ovación cerrada se la llevó el mayoral de cabestros. Así anda Madrid.
En los bajos de la plaza se habían instalado mesas petitorias de firmas del llamado "Manifiesto de ABC en defensa de los toros". La gente firmaba sin leer una línea. Uno de los párrafos del manifiesto dice así:
El toro bravo es un bellísimo animal que, sin duda, desaparecería si no existiera la Fiesta. Como resaltó Su Majestad el Rey Don Juan Carlos, los ganaderos son “los mantenedores de la pureza de la raza brava española”.
"Toro bravo", "raza brava española", "Fiesta". ¿Dónde está hoy la bravura del toro?, me pregunto. ¿Qué es la Fiesta? Dice Fernando Bergamín, con toda razón, que la Fiesta Nacional no existe, porque una corrida de toros ni es fiesta ni es nacional. Una corrida de toros debería consistir en la lidia de toros (y no de tambaleantes semovientes aborregados) por toreros que han de someterlos primero para luego intentar crear una obra artística, donde la emoción llegue a los espectadores. Si no hay emoción no hay corrida de toros.
Mi firma no estará al pie de ese manifiesto, porque me parecería un apoyo al enemigo.
Ilustraré esta entrada con una oportuna foto que me he permitido enlazar del blog Larga Cambiada, con la imagen central de un caballo colgado, y, detrás, el interés y emoción de los fotógrafos ante la escena, junto a caras -cadalseñas- conocidas.
Nota: Publicado originalmente en el blog estrapicurciela
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