domingo, 23 de abril de 2017

La peligrosa mezcla de exigencia y bisoñez. Las Ventas, 23 de abril de 2017

La etapa de novillero es de aprendizaje y preparación para la siguiente de matadores de toros. Probablemente se aprende más sorteando dificultades que navegando en aguas tranquilas. Dificultades y muchas con las que se han encontrado los dos debutantes en la plaza. Uno salió por su pie, el francés Adrien Salenc, y otro por la puerta de la enfermería, Miguel Ángel Pacheco. También fue al hule el más veterano, Mario Palacios, que, no obstante, fue afortunado con el lote amable de la tarde.

Romualdo Almodóvar pica a 'Hojalatera' que desplazó al caballo 15 metros,
a pesar del puyazo y de la inclinación del entrenado penco

La bien presentada novillada de Los Chospes, con alguna excepción, ofreció un juego muy desigual, y reservó para el último lugar un novillo que no gusta a los toreros y, a lo que se ve por el silencio con el que se arrastró, tampoco a la afición. A servidor le encantó. Con nombre de vaca, 'Hojalatera', y un mes para cumplir los 4 años, salió abanto, completando tres vueltas al ruedo y emplazándose sin que nadie saliese a por él. El francés lo fijó en el tercio y acometió con fuerza, entrega y fijeza al caballo en las dos varas, de las que tuvo que sacarlo Gómez Escorial. En banderillas fue pronto y persiguió a los rehileteros, a los que un atento Diego Valladar libró en dos ocasiones. El utrero había ido a más, y quedó fijo en la muleta, reticente a arrancarse, escarbando, pero después repitiendo sin descanso y buscando la muleta por abajo con una codicia poco usual. Un toro de los que dicen piden el carnet, y Adrien Salenc aún no lo tiene. Pasó la exigente prueba con dignidad, pero fue continuamente superado por ese torrente de casta, que no genio, por más que la falta de dominio lo pudiese hacer parecer, sobre todo a aquellos que se han convencido de que la bravura es sinónimo de nobleza con duración. Curioso y esclarecedor una vez más de por dónde andamos, es que el derrotado en la batalla saliese a saludar, después del arrastre de 'Hojalatera' en la más absoluta indiferencia.

Con el abanto y geniudo tercero, el nimeño no consiguió soslayar ni corregir el molesto calamocheo, que terminaba en derrote por el izquierdo y abriéndose por el derecho. Lo mejor fue la estocada arriba, entrando muy recto.

Mario Palacios desperdició un manejable y serio primero, y un cuarto, terciado, de esos que de vez en cuando le salen a Daniel Ruiz, manso, pero que acude con alegría, casi galopando, sigue noble al engaño y se desplaza cuanto quiera el coleta. No le conté el número de pases en sus dos faenas, me parecieron mil y no recuerdo ninguno. Como abusa de agarrar el estaquillador por el extremo y ofrece la muleta en oblicuo, en un natural, 'Princeso' vio la luz de la ventana y lo enganchó en el muslo, aunque pudo matar al novillo con una estocada desprendida, y pasear la oreja que le regaló el palco, sin petición suficiente.

También fue abanto y áspero el segundo de la tarde, al que Miguel Ángel Pacheco recibió con lances de rodillas, en vez de tratar de pararlo. Ese fue el guión de la tarde para el linense, disposición con arrojo y bisoñez. El novillo se defendió sin clase y el novillero, después de dos sustos, anduvo horrible con el alfanje. El quinto cabeceó con mal estilo en el peto, descabalgando a Isidoro Rubio, y se ciñó mucho por el derecho, tanto que en una pase con la derecha le envió a la enfermería con una grave cornada en el muslo. El resultado indeseado, pero lógico cuando se mezclan complicación, bisoñez y disposición. 

Poco finos estuvieron los varilargueros con unos novillos mansos en el peto, del que salieron sueltos en general.

Se ha despedido del palco, por fin, don Julio Martínez y ha ocupado su puesto de plantilla el que fue su delegado, don Gonzalo de Villa Parro, cuyo estreno ha tenido el enorme lunar del regalo de la oreja a Mario Palacios. Esperamos que no sea un signo de que va a abaratar la plaza de Las Ventas.

Cuadro de puntuación de la novillada de Los Chospes


LA TARDE  TRAS  EL  VISOR

Cuarto de plaza en tarde agradable

Roberto Ortega deja su segundo par en la misma cara de 'Inductor'

Mario Palacios pasa el fielato

Miguel Ángel Pacheco saluda con gusto al segundo de la tarde

Apurado inicio de faena en los medios del linense...

...que acabó así

Segundo susto en la faena

La tónica de Adrien Salenc en la faena al tercero

El cuarto ve "la luz" y engancha a Mario Palacios por el muslo

'Latero' echa la cara arriba en el saludo de Pacheco...

...descabalga de una cabezazo a Isidoro Rubio...

...y el pone el pitón en el pecho a Sergio Rubiales

Pacheco se va con cornada en el muslo derecho

Oportuno quite de Diego Valladar a Rafael Cañada

'Hojalatera' no era fácil de templar

Dos cuadrillas sin matador

domingo, 16 de abril de 2017

Bous al carrer. Las Ventas, 16 de abril de 2017

En su famosa comparecencia en Casa Patas este invierno, Simón Casas quiso tranquilizar al personal asegurando que él sabe qué tipo de toro debe sacar en cada plaza. A la vista de sus dos primeras corridas de toros en Plaza 1 (antes Las Ventas), monsieur Casas debe de considerar que el toro de Madrid es el borrico grande, ande o no ande. Y que eso de las corridas parejas o igualadas no se lleva.

Si el pasado domingo la corrida de Victorino daba una media en báscula de 572 kilos, la de Montealto se ha ido a los 591. Si los pesos de los albaserradas se movían en un segmento de 103 kilos, entre los 528 y los 631, los pesos de los toros de Agustín Montes lo hacían en uno aún más amplio de 175 kilos, entre los 505 y los 680.

Claro que, a la luz de la reacción popular, quizás sea cierto que éste es el tipo de toro que quiere la afición, porque no se ha protestado ningún zamacuco, aunque tuviese hechuras apropiadas para la carreta o para los bous al carrer. Hoy se ha protestado únicamente un jabonero, con toda justicia, porque su encornadura cornibaja, escasa y acapachada era propia de una plaza de segunda y no muy exigente.


El cartel era prometedor. Por un lado, los toros de Montealto, un hierro con un sonoro triunfo en esta plaza en 2015, aunque la muy voluminosa de 2016 fuese desilusionante. Por otro, los protagonistas del mano a mano de la pasada Feria de Otoño, con la sorpresivamente peligrosa corrida del Puerto de San Lorenzo, que solventaron con una vergüenza torera que se les ha reconocido al inicio, obligándoles a salir a saludar. La tarde era ideal, soleada y calmada.

Pero hete aquí que Dios propone, el hombre dispone y el toro lo descompone. Como lo ha descompuesto esta tarde Montealto con una mansada voluminosa y desigual, bien es cierto que muy noble y sin peligro. Mansos en el caballo, unos por remisos y otros por falta de pelea, y mansos en los engaños. En general parados, salvo el 5º, un toro manso con mucho recorrido y humillación, que propició los mejores momentos de la tarde, con un inicio de faena de muleta en el que apareció el Curro Díaz artista, vertical, inspirado y de pellizco, toreando muy despacio, especialmente en un derechazo y un pase de pecho. Después la faena se diluyó en el abuso del toreo de noria y la falta de limpieza en los pases.

Y en lo positivo, poco más. El buen saludo de Garrido al segundo, sacándolo a los medios con lances templados de rodilla flexionada, y un quite por chicuelinas de buen trazo. Nada más bueno hizo el extremeño, ni con el pastueño y parado segundo, al que afligió más con las cercanías; ni al aleonado, noble y soso cuarto, al que no quiso ligar las series; ni con el manso y escarbador sexto. Anduvo muy desafortunado con los aceros.

Curro Díaz se justificó con la faena de muleta al quinto, ya apuntada, y ninguna oportunidad tuvo con el insulso primero, siempre con la cara alta, y con el buey tercero, un toro alto y montado. Recetó una buena estocada al primero, cobrada al volapié, pero lo emborronó con un feo metisaca en los bajos al tercero y la chalequera al quinto.

Por lo demás, un mano a mano conlleva necesariamente un rasgo de competencia entre los diestros, que tiene su máxima expresión en el único momento en que ambos pueden medirse con el mismo toro. Hablo de los quites artísticos, a los que hoy han renunciado lamentablemente los dos protagonistas, en una actitud poco comprensible.

Las cuadrillas se han mimetizado con el fondo gris de toda la tarde. Mal los picadores, sin acierto con la puya y citando de mala forma. Regulares bregas y escaso brillo con los palos, dejando a salvo un buen par de Manuel Jesús Ruiz y otro de Óscar Castellanos, sacando los palos de abajo, aunque le quedó pasado el embroque.

Recuerdo que en la última corrida de la temporada pasada, la romana media fue de 515 kilos y que se ovacionó de salida un toro de Palha de 466 kilos en la tablilla. Confío en que la empresa vuelva a la cordura y sus veedores miren más el trapío de los toros que su volumen. La Vall d'Uxió y otros pueblos lo agradecerán.

Cuadro de puntuación de la corrida de Montealto

domingo, 9 de abril de 2017

Desigual. Las Ventas, 9 de abril de 2017

Si algo ha caracterizado a esta primera corrida de la temporada venteña ha sido la desigualdad.

Desigualdad en la densidad de espectadores de sol (lleno) y de sombra (menos de media entrada).

Desigualdad de trapío en los toros. Desde un imponente 4º de 631 kilos, de espectacular cara, a un terciado 5º de 103 kilos menos, feo de cara y cuerpo.

Desigualdad en el comportamiento de los albaserradas. Manso, parado y a la defensiva el 1º, encastado y poderoso el  2º, peligroso el 3º, bueno a menos el 4º, soso el 5º y flojo el devuelto 6º. El sobrero de San Martín, flojo y colaborador.

Desigualdad en los coletas. Desconfiado y sin sitio Iván Fandiño, veterano Alberto Aguilar, y sin recursos el confirmante Gómez del Pilar.

Desiguales los tercios. Inexistente el toreo de capote, con el único atisbo en un quite de Aguilar por chicuelinas movidas al 2º. Aceptable el juego en el caballo, salvo el remiso 1º. Variedad en los rehileteros, sobresaliendo Jarocho en el 4º. Discretas faenas de muleta, más jaleada la de Aguilar al fácil sobrero. Y poca fortuna con los aceros, salvo la media en su sitio de Aguilar al 3º.

Bosquimano se arranca en la segunda entrada

Dicho lo cual, y de forma breve, diré que se guardó un minuto de silencio por Adrián el niño que quiso ser torero, antes de que Gómez del Pilar declarase sus intenciones yéndose a una portagayola frustrada por la mansedumbre defensiva y parada de un primero que no cambió su comportamiento hasta su muerte. A Noé le faltó suplir la mansa condición del victorino, que además se metía por dentro, con un toreo más de pies. Poco enganche tenía con el insípido 5º, el más noble de los albaserradas, pero sin posibilidades de llegar a los tendidos.

El 2º tuvo buena pelea en varas, bien picado por Rafael Agudo, y llegó a la muleta muy humillado y con mucha clase por el pitón izquierdo, desaprovechada por Iván Fandiño, incapaz de quedarse en el sitio y con naturales de tirón, para terminar con estocada baja. El 4º peleó con fijeza en el peto y metió bien la cara en los inicios de la faena de muleta, sin que el de Orduña lo aprovechase antes de que el toro de las 55 arrobas quedase andarín yendo a menos.

El 3º fue un toro que acometió al caballo sin entrega, y evidenció un pitón muy complicado, el derecho, que a punto estuvo de enviar al hule a Alberto Aguilar, pero con un muy potable izquierdo del que no supo beneficiarse el madrileño. Su segundo lo dejó para sexto, por pasar a la enfermería, y salió tan blandito que el usía devolvió en el segundo tercio. El sobrero de San Martín no estaba mucho más sobrado de fuerzas, pero a media altura pudo sostenerse en una faena de muleta estética y sin emoción de Aguilar, con altibajos en colocación y temple. A punto estuvo de sonar un tercer aviso que habría dejado en evidencia el habitual abuso y pesadez de los toreros cuando sale un toro noblote, como este santacolomeño a la mexicana que cerró la tarde.

La sensación final es que, al igual que en la Feria de San Isidro pasada, el gris resultado de la corrida de Victorino podía haber sido distinto con otros matadores. ¡Cómo se echa en falta a los especialistas de este encaste!

Cuadro de puntuación de la corrida de Victorino Martín (5) y San Martín (1)


LA  TARDE  TRAS  EL  VISOR
(en construcción)

lunes, 3 de abril de 2017

Cuarenta abonos de San Isidro. Miguel Moreno González

(A mi compañero de localidad, Manuel Muñoz,
 que con su mirada lo dice todo)


CUARENTA ABONOS DE SAN ISIDRO

Acabo de adquirir mi abono número cuarenta de la Feria de San Isidro. Si mal no recuerdo el primero fue el correspondiente a la Feria de 1978; aunque desde 1973 asistía regularmente a los toros en feria y fuera de ella. Entonces no había ningún problema para sacar las entradas que te apetecieran, los abonados no llegaban a cinco mil. Años hubo que yo comenzaba la temporada en marzo y acababa en octubre, prácticamente asistía a todos los festejos que se programaban en Las Ventas, sin contar a los que iba fuera de Madrid, que también eran unos cuantos. Guardo aún los programas de mano (junto a las entradas, muchas se las pasé a un coleccionista valenciano), que comenzaron a repartir, creo recordar, en 1979. Antes tenías que averiguar quiénes eran los lidiadores por tus propios medios; para facilitarme dicha labor me compré unos prismáticos muy grandes con los que descubría el nombre de los subalternos grabado en sus capotes, también distinguía a los presidentes por sus caras primero, y luego por sus nombres al leer el acta de la corrida pegada en un tablón del Patio de Arrastre. Me llevaba bien con uno de ellos, Luis Espada Simón, que incluso me invitó a presenciar algún apartado en los corrales acompañando a los protagonistas de la tarde. Me llamaba González y me sonreía…

Entraba a la plaza por la Puerta de Cuadrillas para ver la expresión de los lidiadores y salía por la Puerta de Arrastre para escuchar las opiniones de los aficionados más conspicuos. Algunas veces me dejaba llevar por mi ímpetu irrefrenable y lanzaba voces admonitorias al ruedo. De alguna de ellas se hicieron eco al día siguiente diarios como Pueblo, Ya, Diario 16, El País, La Tarde. Una frase de aquellas (¡Usted tiene lo que a los demás les falta: Torería!), la reflejó el insigne Joaquín Vidal en El País, se la dediqué a Luis Francisco Esplá y con gran alegría comprobé personalmente que aparecía en la sala a él dedicada en el Museo Taurino de la Plaza de Alicante. ¡Enhorabuena, ganadero!, le grité a Cuadri (Diario 16, Ya…), durante una de sus más memorables corridas. ¿Cúando empiezas a torear? (La Tarde), le chillé a J. Mª. Manzanares, padre, en una de sus numerosas corridas de abulia e indolencia. Luego llegó Internet y los móviles y fue otro cantar… Pero yo sigo rememorando mis juegos infantiles del toro. Este año me llamó mi hermano Jose para ver los trabajos que estaban realizando en los corrales y los chiqueros venteños. Y como hago siempre que visito una plaza de toros, me perdí por esos vericuetos imaginando lo mismo que cuando era niño. Descorría cerrojos, abría puertas, llamaba a los animales, subía corriendo para abrir las trampillas de los chiqueros y ponerles la divisa. Y después… después los soltaba al ruedo y oía el clamor de admiración de los espectadores al verlos aparecer. Y así hasta que me llamaron. Se iban a comer.

He vivido maravillosos acontecimientos taurinos que siguen sobresaltándome. Me he emocionado infinidad de veces en la plaza y desde la primera vez que me ocurrió siempre vuelvo a los toros pensando que me encontraré de nuevo con esa emoción. Desde niño guardo (y los abrigo) recuerdos toreros. Los primeros en Cadalso (Zoílo, Arruza, Platanito…) En Madrid comenzaron el 10/08/68 y acabaron, por ahora, con la magistral actuación de Enrique Ponce en mayo de 2016, en toda la tarde pude contener las sensaciones placenteras que este maestro me transmitió. Entre una y otra fecha, se jalonan obras de arte de Paco Camino, Puerta, Antoñete, Manolo Vázquez, Ruiz Miguel, Juan Mora, Rincón, Aparicio, Bote, Pauloba, Joaquín Díaz José Tomás… Y sobre todos ellos, toreando en otra dimensión inalcanzable para los mortales: Rafael Soto Moreno (Rafael de Paula), nadie jamás de los jamases toreará como él; nadie, como él, nos hará sentir eternos con su arte; nadie me trató con tanto cariño como él. Él fue el encargado de demostrarme que el toreo es un arte excelso pero efímero, que únicamente habita en la memoria. Él lo vive como el Sumo Pontífice de un sacrificio inmortal.


Cobijo fechas gloriosas; toreros de leyenda que realizaron trasteos para la historia de mi vida taurina; banderilleros eficaces que te hacían degustar la precisión de sus lidias y la pureza de sus pares de banderillas clavados dando todas las ventajas al cornúpeta; puyazos enormes cogidos de largo y lanzando la vara al morrillo del burel para ir frenando su brava acometida; vueltas al ruedo lentísimas dadas a bureles que fueron ejemplos de consumada bravura, que se crecían en el castigo adverso y morían dando ejemplo de lucha, de nobleza y de superación; tardes de una emotividad insuperable y otras insufribles con broncas y pañuelos verdes; así como varias cuajadas de enseñanzas y anécdotas que iban forjando mi afición; incluso presencié la salida, por error, de dos, sí, dos toros a la vez al ruedo en cómplice camaradería.

Viví jornadas de San Isidro en Las Ventas desde la hora del apartado hasta los coloquios nocturnos que se celebraban en salones de periódicos (Pueblo), discotecas, tablaos, centros culturales, hoteles… que finalizaban de madrugada entre copas, conversaciones sobre cánones y titubeantes lances al viento. Puedo dar nombres de expendedurías de licores, de confidencias y de artistas que han alimentado esta pasión mía en el albero y en la andanada, pero no quiero aburrir en exceso. Me paraba disimuladamente a oír hablar a maestros míticos como Domingo Ortega, Marcial Lalanda, Luis Gómez, “El Estudiante”, Ángel Luis y Pepe Bienvenida, Dámaso Gómez, Ángel Teruel, Antoñete, Andrés Vázquez… Una tarde de 1988 presencié debajo de mi localidad de la Andanada 4, la mortal cogida de un toro de Arribas al banderillero Antonio González Gordón, “El Campeño”. Al salir de la plaza innumerables reflexiones pasaron por mi cabeza y analicé hechos que nunca antes me había planteado…

Las tardes de lluvia nos refugiábamos en los desaparecidos quioscos de la explanada y, bajo los toldos, entre cerveza y cerveza, escuchábamos a los veteranos aficionados (“Cheli”, Malagón, “Gildo”…), narrarnos faenas sublimes que les dejaron una huella indeleble en el corazón. Yo haré algo así cuando sea como ellos, pensaba. Me equivoqué, ya casi no hay chavales que quieran oír hablar de toros como yo oía y leía a mi crítico favorito, Alfonso Navalón Grande; aunque el que me enseñó a ver una corrida en plenitud fue el cronista talaverano Gregorio Corrochano, con su libro: ¿Qué es torear? que, curiosamente, me regaló una francesa, profesora de francés, en Argel y que un verano siguió al torero aragonés Fermín Murillo. Disfruté enormemente asistiendo a conferencias de aficionados ilustrados, no sólo en Tauromaquia, sino además en el saber humano y en el de las Bellas Artes. No puedo olvidarme de Santiago Amón, cultísimo aficionado y diseñador de la bandera de la Comunidad de Madrid. Todo ello me animó a escribir de toros, hablar de toros, hacer radio de toros… Todo mal, de acuerdo, pero yo lo acometía con tal entusiasmo que me hacía disfrutar y vivirlo con un apasionamiento tal que me imaginaba que era otra vida distinta a la de a diario.


No sé si alguna vez me dará por escribir tamaña cantidad de experiencias vividas al socaire del toreo. Lo desconozco, tengo días que lo veo posible, otros ni me lo planteo. Cada vez busco más el sosiego, el reencuentro conmigo mismo en lugares apacibles, la observación de la Naturaleza y las cosas de la vida, el recuerdo de mis amores perdidos y actuales, el vuelo de los pájaros y el canto del ruiseñor, el fluir de las torrenteras, la soledad melancólica… Y también me vienen ganas de pedir perdón. Ahora, cuando los años le hacen a uno más reflexivo, reconozco mis yerros de la juventud. Esa juventud que me llevaba demasiado deprisa a ninguna parte. No oí a quien quiso frenarme desde la barrera para avisarme de que yendo despacio se aprende mejor a ser humilde. Por eso pido perdón. Perdón porque debí aprender más de quien más sabía; perdón porque pensé que sólo yo estaba en posesión de la verdad y juzgué que era el más ilustrado en Tauromaquia; perdón por la pesadez de mi verborrea taurina arrogante; perdón por mi atrevida ignorancia que me hacía ser descortés. Perdón porque vivo una vida imaginando otra que me hace ver las faenas al revés. Son más emocionantes…


Miguel MORENO GONZÁLEZ

Me corto la coleta

Puede parecer pretencioso servirme de esta frase, reservada para los que del enfrentamiento con el toro han hecho su oficio, pero permítase...