En el argot, llámase "manejable" al toro que permite estirarse lucidamente al diestro sin excesivo riesgo y sin demasiados agobios; es decir, un toro que ni es complicado ni es codicioso. Y esta tarde ha sido una de las que permite explicar el concepto y sus matices.
El primero, corretón y huidizo al principio y escupiéndose del peto en tres ocasiones, llegó noble y sin fuerza alguna al último tercio. No pudo alcanzar el calificativo de manejable, porque su invalidez impidió todo lucimiento a Saldívar.
El segundo, sin trapío alguno, cumplió en varas pero careció de codicia. Aunque punteaba, fue noble y manejable en potencia, porque Casares no sacó lucimiento alguno.
El tercero, después de salir frío y sin empuje en el peto, persiguió en palos y fue a más en la muleta, donde empezó brusco pero fue ahormándose gracias al temple de Escribano y acabó codicioso. No puede decirse que fuera manejable porque fue bravo y acometió con fiereza y sin humillar(recuerden la advertencia del torero veterano al novel ilusionado: "pide que no te salga un toro bravo"). Destacaron: el picador, Israel de Pedro, que señaló en buen sitio en las dos varas y citó con buena monta en la segunda, y el buen tercer par de Jesús Alonso.
El cuarto no se empleó en los lances de recibo, empujó en el caballo, donde le dieron a modo; puso en problemas a los banderilleros y llegó con genio a la muleta, cabeceando y ciñéndose, con los consiguientes problemas para Saldívar. No fue manejable, sino complicado por ser un auténtico novillo de lidia.
El quinto, cuajado, irrumpió con fijeza en el capote y metiendo los riñones en el primer puyazo, saliéndose del segundo después de haber entrado al relance. Siguió acometiendo en palos, donde se lució Pedro José Mariscal, pero quedó algo reservón para la muleta, en la que necesitaba ir tapado, que fue precisamente lo que no hizo Casares. Fue manejable, pero de nuevo Casares no supo darle la lidia necesaria.
El sexto salió abanto y manseó descaradamente en el caballo, descompuesto en palos, donde expuso Luis Miguel Camapano, al que persiguió con peligro, y rebrincado y bravucón en la muleta, con el que Escribano no pudo o no supo acoplarse. Obviamente, este tampoco fue manejable, sino complicado.
De agradecer en los tiempos que corren que los novilleros intentaran hacer quites artísticos, con desigual fortuna. Anotemos como buenos los de Escribano por chicuelinas al segundo y el rematado toreramente por Saldívar en el tercero.
Nota: Publicado originalmente en el blog estrapicurciela
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