jueves, 18 de agosto de 2011

Mucho calor y poca casta. Almorox 17 de agosto de 2011



Bajar a Almorox en pleno ferragosto y sentarse en el tendido de su plaza portátil a las 6 y media es para echarle valor. Pues a Julián no me costó convencerle ni un segundo.

Los de la "acorazada" esperando a la sombra

De Albacete vino una bien armada novillada de Los Chospes, de la línea Daniel Ruiz, pero escasa de fuerza y de casta. Tanto dejaron que desear que en una plaza amable como esta sólo se paseó una oreja.

Los tres espadas, desmonterados

Poco pudo hacer Víctor Abad con el primero, un castaño que claudicaba y sin apens recorrido. Trató de calentar al respetable (cómo si alguien pudiera estar frío a cerca de 40 grados a la sombra) con toreo galerista. Concluyó con pinchazo y estocada baja, yéndose de la suerte.


Algo terciado era el también castaño segundo, que metió bien la cara en el saludo lucido de Raúl Rivera. Tras un picotacito y dos desarmes en el quite, banderilleó aceptablemente el propio novillero. El novillo, aunque fue a menos, sobre todo defendiéndose por el izquierdo, dio alguna oportunidad que no supo aprovechar el espada, abusando de alivios y no consiguiendo llevarlo tapado para embarcarlo en la muleta.


El tercero estaba más cuajado, pero lucía muchas sospechas en sus pitones. Nada puede decirse pues apenas se sostenía en pie, el tercio de varas fue un simulacro, y estaba ayuno de casta. Una estocada atravesada y dos golpes de verduguillo necesitó Javier Jiménez para despenarlo.


En el ecuador de la novillada es costumbre merendar y nos invitaron a ello Domingo y Jesús, entrañables amigos almorojanos, siempre atentísimos, aunque sólo aceptamos una cerveza deliciosamente fría.

Al veleto cuarto lo recibió Víctor Abad con faroles de rodillas a dos manos. Tenía un puntazo al lado de la marca del hierro y parecía tener problemas de apoyo en los cuartos traseros. Empujó en el peto con la cara alta, pero sin codicia y le cuidó el de aúpa. Quedó descompuesto en banderillas y no humilló en la muleta, punteando y algo revoltoso, pero acudiendo al cite. El espada anduvo con dudas, bailón y sin ideas. Tampoco anduvo lucido con los aceros.


Jugó bien los brazos Raúl Rivera en el saludo al quinto, pero con pasito atrás. Cayó baja la vara y apenas le castigó el varilarguero. Volvió a banderillear el espada, repitiendo las mismas suertes de dos cuarteos y un violín. No hubo más que una serie de muleta porque el morito se paró. La estocada quedó atravesada or el alivio en la ejecución.


 El veleto y astifino sexto no tuvo más que planta, porque no dio juego alguno en peto, palos y muleta y puso el negrísimo broche de echarse, no da otra opción que la ignominia de tener que ser directamente apuntillado a las 8 y 35 de la tarde.


El remate fue en el bar del "Chulo" frente a la preciosa picota de la plaza, con Chus, Marti, Domingo y Jesús, como en los viejos tiempos.

Cuadro de puntuación de la novillada de Los Chospes el 17/08/2011 en Almorox

martes, 9 de agosto de 2011

Sotillo Gutiérrez: la huída al monoencaste


El número 37 de la revista Taurodelta incluye un artículo de Joaquín López del Ramo sobre la historia de la ganadería de Sotillo Gutiérrez.

El autor narra sus orígenes (Esteban Hernández) y su evolución hasta la actualidad; evolución que no es sino la crónica de la huída de su encaste santacolomeño (con añadido de Albaserrada, vía Escudero Calvo) al actual de Domecq, una vez fallecida su propietaria, doña Venancia Hernández Pla, que fuera alma de la ganadería desde 1953 hasta 1987.

Al artículo le sobran algunas frases despectivas (Los años 90 transcurrieron con pocos resultados destacables, a pesar del apoyo del demagógico sector “torista”) y le falta completar la lista de fincas donde pastaron las vacas y sementales de la ganadería con la de "La Sierra", en Cadalso de los Vidrios.

Me consta que un gran aficionado, Roberto Cordero, emparentado con quien fuera el mayoral durante décadas, Paulino, está realizando un trabajo recopilatorio de datos sobre la ganadería que espero en un próximo futuro vea la luz.

lunes, 8 de agosto de 2011

"El Lechuga", de Gutiérrez Solana (Miguel Moreno)

José Gutiérrez Solana nació en Madrid un Domingo de Carnaval de 1886 y murió en esta misma ciudad en 1945 al crepitar las hogueras en la noche de San Juan. Se le considera el creador de un expresionismo peculiar y trágico. Creo que se acercó a los toros, como dicen que hizo con todos sus temas, con sinceridad, sentimiento y ternura. Nos descubrió la visión angustiada del trágico desatino y del reto absurdo, despiadado y heroico que suponía el toreo de su época. Su cuadro “El Lechuga” me conmueve hasta darme un vuelco el corazón porque combate el dolor con la belleza del arte.

Retratos del torero Isidoro Carmona “El Lechuga

“El Lechuga” está en pie sobre un paisaje castellano. Es un pueblo de la Meseta , situado en una hondonada con iglesia y plaza de toros. En casi la mitad del cuadro, se dibuja un cielo ocre-anaranjado de nubes presagiando tormenta. “El Lechuga” no es un torero famoso y consagrado ni aspira ya a serlo. No es tampoco un torerillo soñador y ansioso de alcanzar el triunfo algún día. No es de esos que fuerzan su figura y se empavonan gallardamente para que, ya que no la fama, tengan al menos el garbo de los consagrados. “El Lechuga” no esperaba nada de esa tarde gris y tormentosa, ni espera nada del futuro mientras intenta olvidar su entrañable pasado. A él también le esperan en su pueblo. Mas quienes le aguardan son el mulo y el arado después de esa jornada de disparate torero. Si te fijas observarás que no estira el capote ni trata de que parezca lo que no es. No muestra los bordados de su vestido raído -ya sin fulgor- sudado por miles de miedos mesetarios generados en pueblos como el nuestro. Arruga indolente el percal en su brazo como un trapo y se apoya, displicente y torpe, a modo de bastón, sobre dos banderillas usadas manchadas de sangre y temor, como las que yo tengo en mi casa cadalseña. No abriga ningún aliciente, ni cobija esperanza inmediata, ni alberga brillo alguno en su mirada. Su rostro refleja las vertientes de sus innumerables fracasos y se le adivina un tenue, muy tenue, destello fugaz de gloria.

“El Lechuga” es un torero sin grandeza que tiene su corazón endurecido pero lleno de curvas cariñosas. Sólo expone libremente su desgarradora verdad que se hace emotiva y conmovedora según los nubarrones van obscureciendo todo… hasta encoger su ánimo. Ni siquiera hay muerte a cuernos de un toro. Ni siquiera una imagen divina que palie y se apiade de su derrota. Ni siquiera una mujer que cure y acaricie sus heridas con infinitos susurros de ternura al abrigo de su hogar.

“El Lechuga” ya no cree en nada a fuerza de haber creído en todo cuando era joven y toreaba a la miseria en su pueblo con la muleta permanente de sus sueños. “El Lechuga” ha caído derrotado y lo sabe, se resigna apenado. Se viste de verde esperanza recordando la que tuvo de niño, pero ahora le da vergüenza reconocerlo y por eso intenta taparlo todo con los bordados negros del terno que ocupan mayor superficie que el verde. Y de ese jaez se deja llevar por un destino desolado que nunca buscó pero que éste, paciente, le encontró a él desamparado al atardecer de una tarde veraniega de toros pueblerina… y se fajó inmisericorde con él.

Cuando empiezas a pensar a solas contigo, asumes que la vida acaba siendo la percepción cruda y real de una derrota aceptada. Isidoro “El Lechuga hace mucho tiempo que lo descubrió y de ahí su sempiterna melancolía. Y la mía.

Miguel MORENO GONZÁLEZ

Me corto la coleta

Puede parecer pretencioso servirme de esta frase, reservada para los que del enfrentamiento con el toro han hecho su oficio, pero permítase...