domingo, 19 de septiembre de 2010

Feria del Cristo 2010 (y IV)

– IV –

La tertulia matinal del día 17 no contó con la presencia de ningún invitado, lo que, por otra parte, facilitó un interesante y participativo coloquio sobre la base de las imágenes de la tarde anterior.

Y más no hubo porque se suspendió el festejo de rejones, parece que por mayoría y no por unanimidad de los caballeros, aduciendo un pequeño encharcamiento en medio del ruedo, donde baja un pequeño reguero alimentado por la fina lluvia que cayó todo el día y que se mantenía a la hora anunciada para su comienzo. Mediante el inseguro sistema del boca a boca se dijo que se aplazaba hasta el 10 de octubre, pero ni se anunció en los exteriores de la plaza ni se indicó en los carteles de la empresa donde daba cuenta de los horarios para la devolución del importe de las entradas.

Las peñas organizaron con tiempo el pobre-de-mí, improvisando una corrida de salón en la Corredera. La enrollada Orquesta Piropo no se agarró a la excusa de la lluvia, y en cuanto tuvo ocasión nos brindó la mejor música para bailar de todas las fiestas, que es de lo que se trata.

El día 18 ya se decidieron los premios taurinos, tarea concienzuda cuando hay que elegir entre tanta mediocridad. El premio Racimo de Oro a la mejor faena se otorgó a Diego Silveti, por su actuación en el quinto de la tarde del día 14; la mejor estocada, a Esaú Fernández, por la recetada en el cuarto de ese mismo día; y se eligió como mejor novillo al cuarto de J. P. Domecq. ¡Ah! Todos los novilleros llegaron a sus hoteles sin un rasguño en su terno, y eso lo dice casi todo. Al menos, se cuidó la presentación del ganado, y eso no es moco de pavo en estos tiempos que corren.

No faltó Epifanio Rubio "Mozo y así pude aprender más de toros y de la historia del toreo de la segunda mitad del siglo XX.

Fuera de Cadalso, la temporada, a falta de José Tomás, ha tenido por protagonista mediático a El Juli, y por noticia más destacada la actuación de Juan Mora el dos de octubre en Las Ventas. No pude ver a Mora, y lo que vi de Julián López en Madrid ni siquiera lo recuerdo. Y los antitaurinos, tozudos ellos, ganando batallas prohibicionistas mientras los taurinos no saben ni cómo organizarse. ¡Bonito panorama!

                        —… Confesad, malandrines, así, a carga cerrada,
que es verdad lo que yo aquí he publicado;
si no, conmigo sois en batalla.
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, capítulo LVIII.

Cuadro resumen de puntuación de las ganaderías de la Feria del Cristo 2010.

Nota: La foto de Epifanio Rubio es de Rafa Carlevaris, que gentilmente me la ha remitido.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Feria del Cristo 2010 (III)

– III –

Jueves, 16 de septiembre de 2010. Las ilusiones mojadas.

Los malos augurios de la Agencia de Meteorología se cumplían y las nubes llegaron a las fiestas. La tertulia matinal fue más tertulia que nunca, por el buen oficio de Adolfo Campos en la tarea de moderador. Y en el aire la expectación de ver a los Cuadri en novillada, algo tan poco habitual que en los últimos diez años sólo una vez se había anunciado, y fue en Sevilla en 2009. Después seguí hablando de toros en Carabias con Yolanda, Andrés y Jose.

Con una fina lluvia y algo más de cuarto de plaza, unos 1.000 espectadores –aunque de pago, bastantes menos–, a las 6.07 hicieron el paseíllo el navarro de Murchante, Javier Antón, y los gaditanos Fran Gómez y Vázquez Romero (que repetía dos días después), de los que sólo el segundo estaba anunciado en el cartel. Los tres escasamente placeados, como suele suceder cuando se anuncia un hierro con marchamo de “duro”.

Como tardes anteriores, abrían el paseíllo dos alguacilillos que habían venido acompañando desde la plaza del Ayuntamiento (llamada en tiempos, “Constitucional”) a la banda de música, autoridades y misses, pero sólo con esa función decorativa y no las restantes que el Reglamento les reconoce. No pude localizar la hoja programa. Presidió de nuevo la concejala de festejos, flanqueada por dos asesores artísticos y escoltada, en segunda fila, por el veterinario don José Rubio.
–¿No va a decir que no se publicaron los partes facultativos de los anunciados: Diego Hermosilla e Iván Ponce?
–¿Y no le parece usted que debería ser el Consejo de Colegios de Médicos el que tomara cartas en este asunto de los partes? En cualquier caso, tampoco sería suficiente desde el momento en que se da validez para justificar una ausencia a un informe de un fisioterapeuta.
–No, si de todas formas, ya me parecía a mí mucho que Ponce torease cuadris.
–¡Vaya chiste malo!
Algunos aficionados de Madrid se habían desplazado por el reclamo del ganado. Entre ellos, cámara en ristre y acompañando a Fran Gómez, Luis, mi compañero de abono venteño y excelente paladar taurino.

Abrió la tarde un novillo anónimo (no enseñaron la tablilla), número 59, bien presentado y bizco del derecho, suavón en el capote. La puya quedó caída y en el quite dio un volatín al segundo lance. Fue el propio Javier Antón quien intentó clavar los garapullos, y en qué hora se decidió: el primer par caído, el segundo, al violín, defectuoso, y no dejó ningún palo en el tercero, al quiebro. Y, para colmo, por este motivo, nos quedamos sin ver banderillear a David Adalid. Brindó al público. El novillo era tardo, flojo y sin codicia, y los naturales del navarro, muy aliviados; hubieron de abrir al bicho los peones. Un pinchazo y otro hondo delantero sirvieron para que el animal se echara en tablas.

El segundo ejemplar, cuajado, hondo, gacho y abrochado de pitones, con el 49 en las costillas, humilló de salida, blandeando y dio un susto a Fran Gómez, que se aturulló y tuvo problemas para ponerle en suerte. En la primera entrada no se entregó y le dieron lo suyo; lo sacó El Ruso recogiendo el capote de esa forma que usan muchos peones, como si agarraran los extremos de un saco; entró por segunda vez e innecesariamente al caballo, buscándole las vueltas, de forma que el piquero no le dio. El primer par de banderillas fue bueno, pero no pude identificar al protagonista (vestido de turquesa y negro); el otro peón se llevó un susto al resbalar en el estribo a la salida del par; el tercer par quedó desigualado.
El gaditano no se confió en la faena de muleta, y eso que Mágico humillaba y seguía el trapo, aunque sin clase y saliendo distraído y acabara yendo a menos. Fran propinó un medio sartenazo y una delantera tendida, con desarme en ambos. El novillo se echó en la puerta de arrastre (tan mal rotulada, por otra parte), cuando ya había dejado de llover.

Justo de presencia, de fuerzas y sin desplazarse apareció el tercero, número 42, que dobló las manos, desluciendo el saludo de Vázquez Romero. Horrible el varilarguero, sin acertar a clavar a este Alpargatero, que empujaba con la cara alta y que salió suelto. Los banderilleros no quisieron hacer de menos a su compañero y anduvieron de mala forma con el utrero. Brindó a alguien en el mismo ruedo. El novillo tenía tendencia a vencerse, pero embestía con cierta codicia, y el roteño no supo ni colocarse, ni echarle la muleta y se ayudó innecesariamente en los naturales; no sin sufrir un susto propiciado por él mismo. Muy mal con los aceros, topando y sin pasar.

En cuarto lugar saltó un novillo de gachas defensas, con el número 54, y que se dejó las puntas rematando en tablas como si le fuera la vida en ello. Le colocaron mal en el caballo al que empujó fijo y con la cara arriba, con la puya trasera y casi enhebrada, de donde lo sacó Adalid; en la segunda entrada, le señaló en el mismo sitio. De nuevo los banderilleros estuvieron rematadamente mal, con un paso en falso, para luego simplemente dejarlas; el segundo tomó el olivo y el tercero clavó una al rejoneo; la presidencia optó por concluir el desaguisado cambiando el tercio con sólo dos palos en la piel de Llorón. Javier Antón inicio la faena abusando de pases obligados que el novillo tomó humillado y con codicia; no supo acoplarse ni en colocación ni en distancia y eso no ayudaba a corregir el defecto del toro de tardear, pero cuando tomaba la muleta lo hacía con fijeza y transmisión; quedó desarmado en los ayudados por el izquierdo y la siguiente tanda de naturales fue deslucida, citando como si tuviera una bandera por muleta. Tres pinchazos, saliendo dos veces desarmado, y una estocada caída, cobrada a paso de banderillas, pusieron triste final a este buen novillo.

El quinto de la tarde, número 43, de regular presencia, fue templado de salida. Desastroso el picapedrero, cosiéndole a placer con 5 agujeros, sin que el novillo terminase de emplearse; lo lanceó Fran Gómez a la defensiva y volvió a meterlo al penco, donde cabeceó y se repuchó. Al relance y a traición puso sus pares El Ruso, y su compañero ni siquiera clavó. Nadie se explicaba qué vio el diestro a Capitán, pero lo cierto es que, tras citarle con la muleta por las nubes y cambiar dos veces la pañosa, le cogió pánico y le asestó un sablazo en los bajos, dos pinchazos huyendo y una media tendidísima, sin pasar, que no bastaron; hubo además ocho golpes de cruceta y dos avisos, aunque él, aperreado, llegó a creer que habían sido tres. De hecho, fue la presidencia quien le libró de oír ese aviso definitivo, pues pasaban ya más de 16 minutos.

La salida del sexto fue espectacular, galopando y rematando en tablas. Lo lanceó bien Vázquez Romero, aprovechando la buena condición del novillo. Muy trasero y sin rectificar fue el largo puyazo, en el que se empleó el astado. Hubo de sacarle el diestro pero pasó tantos problemas que hubieron de suplirle en la brega; tras blandear, volvió al peto, pero esta vez cabeceó y se repuchó. En el tercio de banderillas blandeó y tuvo que salir David Adalid (que, subrayo, iba en la cuadrilla de Antón) porque el peón de brega, tras malearlo, salió de naja. Playero acusó el duro castigo en varas y se rajó de plano. Otra letanía de aceros: un pinchazo hondo, una media atravesada y 4 golpes de verduguillo, tras aviso.

Me decepcionó el juego del ganado, del que sólo se salvaron el tercero y el buen cuarto. Peor estuvieron los novilleros y aún más las cuadrillas, con una par de excepciones, entre ellas la de un David Adalid al que la afición le sale por los poros.

Charlé largo y tendido con Adolfo en casa Moncho, sobre la situación actual de los toros, rememorando décadas pasadas y personajes que ayudaron a limpiar esto de tanta mentira, y que tanto se echan de menos ahora.

Volvió la lluvia y no hubo baile en una noche en la que se sumaron Paloma y Paquita a la cuadrilla de la noche anterior.

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Cuadro de puntuación de la novillada

jueves, 16 de septiembre de 2010

Feria del Cristo 2010 (II)

– II –

Miércoles, 15 de septiembre de 2010. Muy seria y noble novillada, pero con déficit de casta.

Amaneció también caluroso este tercer día de fiestas y comenzó el segundo ciclo de tertulias taurinas organizado por la Asociación Taurina Cultural de Cadalso, con la intervención de Espartaco padre –como apoderado de su paisano de Espartinas, Javier Jiménez–, Esaú Fernández y un gran aficionado valenciano, Adolfo Campos, experto en la ganadería de Los Chospes, que suplía al ganadero, que no pudo llegar a tiempo. Nos explicó la doble procedencia de Daniel Ruiz, a la que pertenecían cinco novillos, y de Luis Algarra, de la que venía el quinto de la tarde. Allí me daban cuenta de la buena presentación de la novillada, en especial de cuatro reses, que se correrían en primero, cuarto, quinto y sexto. Después, en Carabias, haríamos charla con Alfredo, Adolfo y el matrimonio propietario de la ganadería.

Precisamente, los citados Esaú Fernández y Javier Jiménez, sustituían a Carlos Durán, un novillero valenciano habitual de los carteles de Los Chospes y a Víctor Barrio, cogido días antes en Arganda, que era uno de los nombres destacados de esta feria. Se mantenía en el cartel el extremeño de Jerez de los Caballeros, Emilio Martín, que encabezó el paseíllo a las 6.10 de una tarde calurosa y sin viento. Menos de media entrada en la Monumental Metálica, unos 1.200 espectadores –aunque de pago, bastantes menos – y casi lleno en el callejón, en el que destacaba la presencia del maestro César Rincón, 20 años después de su actuación en este plaza como matador de toros. Presidió don José Calvo, con el veterinario en la segunda fila.

Rompió plaza el número 124, un buen mozo, enmorrillado y musculado, que lució de salida su pitón izquierdo mientras Emilio Martín le sacaba a los medios. Cortó al caballo en su salida y pasó de largo con un refilonazo en los bajos; allí mismo recibió dos puyazos, uno buscando las vueltas al bruto y sin emplearse, y otro en el que Andrés Gálvez levantó la mano. Esaú Fernández se animó a un quite lucido. Los palos quedaron desparramados por la piel del novillo. No supo el jerezano, con un brazo zurdo mecánico y escayolado, aprovechar la excelente embestida inicial por el izquierdo de Mozito, que se fue diluyendo poco a poco; por el derecho se quedaba; lo liquidó de bajonazo.

También ofensivo, pero de menos cuajo, era el segundo, número 104. Manejó bien los brazos Esaú Fernández en los lances de recibo, donde no terminó de emplearse el novillo. Se fue solo al caballo, pero cabeceó, no se empleó y salió perdiendo las manos. Sobresalió Isaac Mesa pareando. Chucero careció de poder, pero embistió nobilísimo y humillado, y el novillero supo exprimirlo con un toreo variado y muy de cercanías. Necesitó de un pinchazo sin soltar y de una estocada baja para pasaportarlo.

El tercero, bien armado y bajo de agujas, no humillaba ni demostraba codicia de salida, con tendencia a vencerse por el izquierdo. Entró en el peto con la cara alta, cabeceando y se repuchó. El tercio de banderillas fue un auténtico desastre de los tres de la cuadrilla. Brindó la faena a Rincón. Parecía que Fríbolo (así, con “b”, venía en el programa), no sobrado de fuerza, necesitaba sitio, ese que gustaba dar al maestro colombiano, pero Javier Jiménez se empeñó en torear emulando a Paco Ojeda y citando siempre muy retorcido.

 –Ya empieza usted exagerando los defectos.
 –Mire, el toreo es naturalidad y no forzada artificiosidad; y siempre me admira apreciar aquélla en las fotos de Antonio Bienvenida. Pero el novillero no parece haberse fijado en esas fotos ni, por el encimismo, ha debido de ver vídeos de las faenas de Rincón.
Para rematar los contrastes, apunto que cuando más torcido estaba el espartino, sonaba el pasodoble Manolete. Pinchó entrando de manera peculiar, como a capón, pero con suavidad; después la estocada quedó trasera y tendida y hubo de recurrir por fin al verduguillo.

Salió en cuarto lugar todo un tío, con el número 115. Los lances de saludo resultaron enganchados y la carita a media altura. Se arrancó de lejos al caballo, empujando fijo y abajo, mientras se agarraba bien José Antonio Escobar, aunque con excesivo castigo y haciendo girar al equino. El novillo esperó en palos y complicó la vida a los banderilleros. No humillaba y era tardo este otro Chucero, necesitado de que el diestro le ayudase un poco, pero, en vez de eso, Emilio Martín se empecinó en cruzarse en exceso, sobre todo al natural, siempre con el brazo muy extendido y largándolo para fuera. No consiguió más que una media desprendida y ladeada, sin hacer la cruz, que no hizo pupa; se aculó el utrero y se empecinó el diestro con el verduguillo, a pesar de que el novillo estaba tapado y arreaba, lo que aconsejaba intentarlo de nuevo con el estoque, como le gritaba Rincón desde la barrera. Tres sustos, una caída, diez golpes de verduguillo y tres avisos puntuales, precedieron a la salida de los cabestros, bien entrenados por José Baquera, quien, hierático en el blando ruedo, observó cómo Chucero volvía a los corrales.

Menos astifino y de llamativo morrillo era el quinto, con el 5 en la piel y el hierro de la ganadería en diferente lugar, por venir de la línea de Algarra. Le recibió Esaú Fernández con larga cambiada de rodillas y luego se estiró; el novillo humillaba por el izquierdo. Clavó trasero Nicolás Martín, y Tirador empujó fijo, pero salió parado y escarbando. El segundo tercio fue mediocre. El brindis esta vez fue para el praeño, taurino y carnicero, conocido como Tres metros; el camero entendió bien que había que ayudarlo, lo citó sin cruzarse, aunque demasiado en corto, y poco a poco fue forzando la figura y yéndose demasiado al hilo del pitón; aunque tardo, repetía y esto no se aprovechó convenientemente. La estocada, aliviándose, quedó caída, y el bicho se echó aculado en tablas. Me hice cruces cuando vi el pañuelo asomar por dos veces en la barandilla del palco.

El novillo de la jota, número 91, astracanado, chato, enmorrillado y corto, no se definió en los primeros lances, iniciados con larga cambiada. Tras varios intentos, entró al caballo, el puyazo fue largo, y empujó fijo con un pitón y cara alta; vimos la carioca, se salió y volvió de nuevo al peto por la impericia del peón. El quite por chicuelinas fue discreto. De nuevo su cuadrilla dio el mitin en el segundo tercio, y descompuso a Sevillano. Jiménez planteó la faena encimista a un novillo que ni fue en esa distancia ni seguramente habría ido de ninguna otra forma; se rajó y perdonó la cogida, por su nobleza, tan acusada como su falta de casta. La estocada, con ese estilo peculiar y saliendo desarmado, fue en su sitio y de efecto fulminante.

A la salida, esquivando la gentío expectante por ver salir a hombros a Esaú Fernández, los comentarios de urgencia:
–No me dirá que tampoco le ha gustado hoy: tres orejas y una gran estocada al sexto.
 –Pues se lo digo, sobraron las orejas y una estocada en que el matador pierde la muleta, ya me dirá. Eso sí, la presentación fue de una corrida de toros en plaza de capital de provincia
 –¿Siempre sale amargado de las plazas de toros?
 –Dejemos la cuestión en paz, que tengo que ir a despedir a la familia.
La noche, templada, fue de charla y risas en la grata compañía de Vero, Juan, Miguel, Justo y Julián. No hice mucho caso a la orquesta.

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Cuadro de puntuación de la novillada

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Feria del Cristo 2010 (I)

– I –

Martes, 14 de septiembre de 2010, Día de la Función. Juanpedrada triunfalista.

La meteorología nos regaló un soleado y apacible Día del Cristo, celebrado según manda la tradición. Y aunque dice el refrán que “la misa y el pimiento son de poco alimento”, por esos derroteros se abre el día en la parroquial y en casa de Virgilia, charlando de todo un poco y preparando el estómago, con los deliciosos callos de Pepa, para afrontar la dura batalla de una mañana que se alarga hasta la hora de los toros. En los dos años anteriores, por pitos o por flautas, no presencié la novillada del 14 y, aunque dicen que no hay dos sin tres, rompí con la tendencia, para atender además a un compromiso asumido, y tomé asiento en la Monumental Metálica por la zona de caballos.

No hubo modificación alguna en el cartel. De las bodegas jerezanas, Juan Pedro Domecq envió siete novillos desiguales en todo, salvo en su comportamiento. A las 6.12 de la tarde rompían el paseíllo, todos desmonterados, el sevillano de Camas –¡ahí es ná!– Esaú Fernández, el mejicano de Irapuato, Diego Silveti, y el gaditano de Rota, Vázquez Romero, acompañados de sus cuadrillas, monos, areneros y mulilleros. Media entrada en los tendidos, unos 1.600 espectadores –aunque de pago, bastantes menos– que buscaron mayoritariamente la sombra. Presidió la concejala de Festejos y Turismo, doña Yolanda Martín, flanqueada por dos asesores y, en sus cercanías, el veterinario, don José Rubio.

Grata novedad representaba la tablilla anunciadora de los datos de los novillos, coincidentes con los de la hoja-programa que, como siempre, no localicé fácilmente.

Jabonero, bizco y de buen cuajo era el primero de la tarde, herrado con el número 151. Tropezó, sin emplearse, el capote de Esaú en el saludo, antes de un galleo templado por chicuelinas para ponerlo en suerte. Hizo al caballo un regate “Genial” –así se llamaba el novillo–, y se coló por delante, no sin que Antonio García le rasgase feamente la piel; el quite fue de chicuelinas de ballet. En el primer par persiguió a Ignacio González hasta estrellarse contra la barrera; no así a Pedro Cantillana en el segundo; y no pudimos saber si lo haría en el tercero, porque no hubo tal, no me pregunten por qué. Tras el brindis al respetable, recetó en los medios los consabidos pases cambiados por la espalda, rematados con el de pecho con la zurda. Suavón y noble hasta el aborregamiento era el jabonero, aunque distraído de salida. Anduvo el espada vulgar y encimista por ambos pitones, recurriendo a los martinetes cuando el novillo se rajó en tablas. Al volapié dejó una estocada honda y traserilla y el animalito se echó pegado a la madera. Como mayoritaria valoró la presidencia la escasa petición y asomó el pañuelo blanco en la baranda del palco.

El segundo era el número 156, castaño de pelo y vareao de cuerpo. Salió sosón y se repuchó en el jaco, donde la puya cayó baja; se movió en banderillas, con buena brega de José Antonio Muñoz y gris actuación de los rehileteros; Diego Silveti brindó a la concurrencia y sacó a los medios a Forjador, que entraba rebrincado y balanceando una cuarta de lengua; el novillo era pronto sin codicia, y el mejicano bajó la mano con gusto hasta que el animal se rajó y, calamocheante, hubo de trastearlo en tablas; salieron los peones a capotear mientras cogía el estoque de verdad, algo que debía desterrarse de los ruedos; los estatuarios finales fueron muy deslucidos, y terminó asestando una ladeada en las costillas y otra delantera y contraria.

El tercero iba herrado con el número 82 y permitió estirarse a Vázquez Romero. También manseó en el peto, donde le cuidó el piquero; en el quite por verónicas evidenció poco recorrido. ¡Qué mal estuvieron los banderilleros! Se entableró Vivillo y allí hubo de plantearse el intento de faena, que resultó muy encimista; tardeó el bicho hasta en las manoletinas finales; el volapié resulto delantero y atravesadillo.

–Esto lleva camino de ser otro muermo más.
–¿Y qué esperaba usted?
En cuarto lugar apareció un novillo burraco, gacho y suavón, el número 33, al que Esaú Fernández recibió de rodillas y remató con larga afarolada. Perdió las manos antes de entrar en la jurisdicción del picador y volvió a perderlas al tocar el peto; Nicolás Martín levantó la mano inmediatamente y permitió así el derribo del caballo, con el que se enceló el novillo en el suelo, en medio de una multitud en el ruedo (14, contando los monos); se cambió el tercio sin picar al novillo. Le gustó al sevillano el animal y personalmente bregó en el segundo tercio, de sólo dos pares por decisión presidencial, uno de ellos muy bueno de Cantillana. El brindis fue esta vez para la Unión Musical, que correspondería con Nerva; Se hincó nuevamente de rodillas para iniciar la faena pero hubo de desistir al segundo pase cuando se derrumbó Chulito; el resto fue labor de enfermero con un animal inválido y tardo, muy aliviado al natural, encimista y sin que faltaran, para flagelarnos, los martinetes y las bernadinas mirando al tendido. La estocada pareció a cámara lenta, y resultó prendido sin consecuencias. La dádiva llegó del palco en forma de dos despojos.

De buen aire era el quinto, número 117, bizco del izquierdo. Salió abanto y blandeando, sacándole Diego Silveti toreramente a los medios. Esperó el mejicano la salida del picador para decirle una sola palabra: “nada”. Y muy obediente, Espósito se quedó en medio picotazo, del que sacaron al morito con capotes como sábanas para tender; hubo quite con farol, dos gaoneras y revolera con el novillo sin fuerza ni recorrido. Acudió sin más en palos, con un tercer par aceptable a cargo de Ciprés. Nuevo brindis popular, pero cuidando de dejar la montera en mano al mozo de espadas. Inició la faena con ayudados vistosos, aunque Hermoso perdió las manos; la faena fue templada y estética por ambos pitones, más largos los naturales, si bien el animal era, amén de flojo, noble hasta el aborregamiento, con la Muñana empecinándose en joder la marrana desde el tendido; hubo molinetes, cites a pies juntos, pase de la tortilla y estatuarios mirando al público. Pasaportó al bicho de estocada bien ejecutada que quedó tendida. Tras echarse en tablas, la presidencia continuó con su talante generoso.

–Pues se ha levantado la tarde, ya llevamos cinco orejas.
–A dos novillos entre inválidos y borregos.
–Es lo que hay, pero al menos nos divertimos.
–¡Se divertirá usted!
El último novillo, colorado ojo de perdiz y justo de todo, lucía el número 15 en los costillares. Tras estirarse Vázquez Romero con verónicas y chicuelina, quedó desarmado. Le cuidó el varilarguero tanto que dejó que lo descabalgara; el quite fue insustancial. Bregó bien Alcazareño, pero los compañeros parearon mal. De nuevo el público recibió otro brindis. El novillo, aunque algo frenado, pertenecía a la aristocracia por el lado derecho y se acostaba por el izquierdo; el toreo fue más bien de noria, en corto y, al final, embarullado. La estocada del roteño fue habilidosa, se aculó Volapié, que era el nombre del utrero, antes de echarse en las tablas. La leve petición no fue esta vez atendida por la usía.

A la salida, pasando por delante de los dos novilleros que abandonaban el coso a hombros de los capitalistas, vi contenta a mucha gente, y es el único consuelo que me queda tras la decepción de comprobar que el buque insignia del ganado moderno está a punto de conseguir que el toro deje de ser “de lidia”.

La noche, con Paquita, María José y José Mario, fue agradable por temperatura y ambiente popular. Resucité por fuerza el parabaile con la orquesta Nuevo Talismán, más apropiada para la fiesta que la de la noche anterior.

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Cuadro de puntuación de la novillada

martes, 14 de septiembre de 2010

Feria del Cristo 2010. Previo

         — ¡Ea, canalla —respondió don Quijote—, para mí no hay toros que valgan, aunque sean de los más bravos que cría Jarama en sus riberas!…
No ha mucho tiempo era habitual que las novilladas mantuvieran en vilo el alma de los espectadores, porque las ganas y el arrojo de los candidatos a matadores de toros atropellaban la razón, casi con desprecio al riesgo propio de su oficio. La reserva, la cautela, la prudencia y demás virtudes que dan en resguardar la integridad física eran exclusivas de algunas figuras y figuritas del toreo, pero en modo alguno de los muchos que aspiraban a ser gente en esto del toro. Sin embargo, en los últimos tiempos lo raro es ver novilleros volteados y lo ordinario es su vuelta al hotel con el terno entero e impoluto. De quijotes han tornado en sanchos.

Y de nuevo en Cadalso una feria-popurrí; es decir, mayoritariamente de novilladas, mas con el festejo de rejones, que para el que suscribe sólo sería justificable si actuase nuestro paisano. Pero un año más destaca en los carteles la ausencia de Mariano Rojo por razones nunca bien explicadas.

Por una vez, el acto oficial de presentación de los carteles respondió a tal denominación, pues allí estaban físicamente impresos. De modo que esta vez coincidieron las ganaderías y los novilleros presentados en el acto, con los que figuraron en el cartel y en el libro de las fiestas. También se cuidó más la exposición oral y audiovisual, aunque dejaron qué desear las imágenes de los novillos reseñados. Lo más sobresaliente era la novillada de Cuadri, pero en un cartel muy descompensado, con novilleros muy poco placeados, y es que los aprendices de figuras ya nacen con la comodidad como punto de referencia. Se echa en falta, por otra parte, que, a imitación de los gabachos, se premie con la repetición a las ganaderías y novilleros triunfadores en la localidad.

Otra novedad positiva fue la publicación en la perezosa página web municipal del acuerdo de adjudicación de la organización de la feria, esta vez a la empresa Tauroalmería SL –y, bajo su velo, el ínclito Romero Leal– por la nada despreciable cantidad de 54.000 euros, más IVA.

En un año de crisis económica y de bajada significativa del precio del ganado bravo, los precios subieron un 11% respecto de los del año anterior, es decir 10 puntos por encima de la subida del IVA aplicable a estos festejos. Quedaban así los precios fijados en 40€ el abono general y en 20 cada festejo. Lamentablemente volvimos a la permisividad de la autoridad con la ilegal tarjeta de abono ferial, después que por fin en 2009 se facilitasen las entradas sueltas a los abonados. Y aún más injustificable es el flagrante incumplimiento por la empresa de su obligación de devolver inmediatamente la parte proporcional del abono, una vez anunciada la suspensión del festejo de rejones. Por no hablar de la omisión en los anuncios de las sustituciones de novilleros, los días 15 y 16, del derecho de los abonados a devolver sus entradas.

Verano caluroso este de 2010, en el que lorenzo apretó con ganas (como el de las motos); afortunadamente, por las noches recibimos la visita de ese fresco cadalseño que vino a aliviarnos de tan diurnos rigores. Aunque tarde, volvieron los “Años del voltaje” en radio-Balta. César Neira consiguió auparse en Canadá a lo más alto del cajón arco iris mundial y, aquí, se saltó su propio guión del pregón de fiestas en una noche cálida de Pólvora, en que la orquesta Esmeralda, numerosa eso sí, no era precisamente la idónea para el baile; un baile, por otra parte, que me estaba vedado en este verano forzosamente sedentario. Antes, la noche del baile de las misses, me defraudó el otrora brillante Calvo y su Diamante Show Band.

Por causas que un servidor personalmente ha tenido que arrostrar, faltó a su cita Perico Corral, un torilero como hay pocos, pero dejaba la tarea en buenas manos, como se encargó de demostrar su aventajado discípulo. Tuve, no obstante, la alegría de saludarle el 17, antes de entrar en la plaza.

Dicho lo cual, y antes de que el lector se me duerma, hora es de proyectar las películas escritas de la Feria del Cristo 2010, que, salvo por las orejas, tampoco pasará a la historia. Como Dumbo.

Me corto la coleta

Puede parecer pretencioso servirme de esta frase, reservada para los que del enfrentamiento con el toro han hecho su oficio, pero permítase...