No, el titular no es un jeroglífico, sino un juego de palabras anfibológico (y perdón por la palabreja). Había prometido no volver a hablar de don Julio Martínez (un presidente competente e incompetente), pero no puedo resistirme a romper mi palabra, y volver a colocarle de protagonista del comentario de una corrida de toros. Un año después, todo sigue igual y nadie se ocupa de tomar medidas.
Don Julio Martínez es competente (tercera acepción del DRAE) para presidir corridas porque ha sido designado por quien tiene la potestad administrativa para ello. Pero don Julio Martínez es también incompetente (segunda acepción del DRAE) porque tiene acreditada su falta de pericia, aptitud o idoneidad para presidir corridas de toros. Y esta tarde ha vuelto a demostrarlo.
El Reglamento obliga al presidente a devolver aquellos toros que no sean aptos para la lidia. Es indiscutible que no tiene aptitud para la lidia un toro que claudica repetidamente y queda inmóvil en el tercio de varas. La conclusión de este silogismo, aplicándolo a las condiciones del quinto toro de Osborne, no puede ser otra que la obligación de don Julio de devolverlo. No lo hizo; ergo, incumplió su obligación. Resultado: el toro se derrumbó en los inicios de la faena de muleta y hubo de "izarse" por la cuadrilla. Colofón: el ruedo se llenó de almohadillas al final de la corrida.
No queda ahí la cosa. Sostengo que un toro al que no puede picarse mínimamente, no es apto para la lidia. Tendrá aptitud para que puedan darle pases, pero no para la lidia. Pues bien, los toros 4º y 6º no han sido picados, salvo que se entienda por tal que el acero de la puya acaricie la piel del burel. Por tanto, también incumplió el Sr. Martínez sus obligaciones, y por partida doble.
De forma y manera que esta tarde se han escamoteado tres toros a los espectadores de Las Ventas y Taurodelta se ha ahorrado tres sobreros (digamos, unos 15.000 euros, como mínimo). Y esto ante la resignación de la plaza, que se limitó a una protesta testimonial y a un, no menos testimonial, lanzamiento de almohadillas al finalizar el festejo. Hoy eché de menos a Salvador Valverde y su público reproche: ¿a quién defiende la autoridad? Esa pregunta venía a aceptar el papel de la autoridad como una especie de árbitro entre los espectadores y la empresa. Los hechos vienen demostrando, sin embargo, que la autoridad no actúa como tal, porque el árbitro no aplica el Reglamento. Y cuando esto ocurre, los espectadores quedan indefensos y el orden público en grave riesgo por culpa precisamente del encargado de mantenerlo. La pregunta, por tanto, ha de ser: ¿quién nos defiende de la autoridad?
El culpable de mantener los toros en el ruedo:Don Julio Martínez
Por lo demás, poco y nada bueno puede decirse de una corrida cuyo cartel ya pregonaba el resultado. Nadie, salvo Choperita y los miembros del Cuento de Arreglos Taurinos, puede entender la inclusión de Pedro Gutiérrez "El Capea" en una cartel de San Isidro (y lo peor es que nadie podrá volver a entenderlo el año que viene). Por otro lado, es notorio que la ganadería de Bañuelos es sinónimo de descaste, sin que la aparición accidental de un toro bravo en 2009 desvirtúe esta afirmación. De Uceda Leal, la añeja promesa con catorce años de alternativa, no cabía soñar que hoy precisamente despegase. Y para cerrar la cuadratura del círculo, un recién alternativado: Javier Cortés.
A Bañuelos sólo le "pasaron" cuatro toros, que debieron sólo ser tres, pues el cuarto (que por edad y peso podía haberse corrido también como novillo) tenía cara de mayor pero cuerpo infantil. Deberá, pues, esperar mejor ocasión para coger antigüedad. Los que salieron fueron toros "modernos" (léase "basura"), o sea, flojos, nobles y descastados.
Javier Cortés tuvo un lote que, como dicen los taurinos, "se dejó", y que medio aprovechó. Como torero nuevo puede perdonársele que no lo aprovechara completamente, pero hay vicios que, de no corregirse ahora, serán después difíciles de eliminar, y me estoy refiriendo a un toreo de figura excesivamente inclinada, sin apreturas, vaciando la embestida p'afuera y en línea recta. Lo que será muy provechoso para sus compañeros es que aprenda que la diferencia entre la vida y la muerte de un torero tendido en el suelo, con los pitones del toro rondando su pecho, puede depender de un capote que se eche a su cara y no citando al toro como si se le fuera a dar un pase, como hizo en el tercero cuando había sido prendido Arturo Martín a la salida de un par de banderillas. Resultó él también prendido al entrar a matar al sexto de la tarde, con verdad pero sin jugar la muleta para sortear el derrote del animal.
Toreó Uceda Leal con mucho gusto a la verónica en un quite al primero de Cortés y en los lances de recibo al cuarto de la tarde y sólo acreditó su condición de estoqueador en el segundo. En el debe anoté: poner al segundo en suerte de varas entre las rayas, el recurso al unipase ante un toro de Osborne que admitía la ligazón y la absoluta sosería con la que acompañó la insipidez del cuarto.
El Capea no es que no ponga interés y voluntad en esto; es que no da mas de sí. De hecho no perdonó un quite, mas de verónicas y chicuelinas vulgares. Para colmo de males, degolló al tercero y le cupo en suerte el descastado inválido de José Luis Osborne que el usía se empecinó en mantener en el ruedo.
Sobresalieron en palos, Antoñares que se asomó al balcón dejando llegar al cuarto, y Zamorano que resolvió con solvencia todo el tercio del quinto, supliendo las carencias de Arturo Martín, que pasó cuatro veces en falso.
Lo malo, si breve, más llevadero. Al menos esto sólo duró una hora y 50 minutos.
Nota: Publicado originalmente en el blog estrapicurciela
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