En una época en que decir tauromaquia es hablar de monotonía, llama la atención que la tarde haya sido de variedades, al modo de aquel tipo de teatro del siglo XIX. Sobre Las Ventas ha habido sol, luna, nubes, lluvia, arco iris, relámpagos y truenos, en una tarde con sustitución de cartel, devolución de toro, cabestros, volteretas, buen toreo, también malo, puertas grandes, en fin, de todo... menos un toro bravo.
¡Al fondo hay sitio! Es el grito tradicional de los camareros para evitar que los clientes se queden en potenciales cuando el bar está lleno. En el fondo del Rincón de César no había más hueco que una silla libre en la mesa de don Venteño. Al verme, retiró el chubasquero que cubría el respaldo de la silla.
- Tome asiento, Cadahalseño. Los viernes de Feria vamos a tener que quedar en una biblioteca, porque ya ve cómo se pone esto.
- No crea, don Venteño, en tiempo de exámenes, en las bibliotecas no se encuentra una silla. Como no vayamos al Panteón de Hombres Ilustres, no habrá forma de encontrar tranquilidad en estos tiempos tan revueltos.
- Más que revueltos. Día sí, día no, en el tendido todas las tardes son un trajín y un no parar. Dos gotas o mil, y el personal se va. Sale el sol y el personal vuelve. Todo el mundo entretenido. En fin, pruebe estos trigueros de brasa, riquísimos y llenos de fibra.
En la barra, un joven mostraba orgulloso a sus colegas unas lentejuelas arrancadas del traje de López Simón, que probablemente acabarían en el suelo de cualquier garito nocturno.
- Las tardes que preside don Gonzalo de Villa van a tener que poner vallas en la Puerta Grande. Le ha debido parecer poco sacar a uno, como Álvaro Lorenzo en abril, que hoy se la ha abierto a dos.
- Mire, Cadahalseño, hay algo que deberían escribir en el Reglamento: no se podrá salir a hombros por torear de salón.
- Me lo explique.
- En román paladino, si no hay un toro, no hay trofeos, se haya toreado mejor o peor. El segundo de la tarde no ha sido un toro, ha sido un bombón, que un gran torero como Talavante ha sabido torear con ajuste, mucho gusto y despaciosidad, porque el de Cuvillo era pronto, noble, templado y humillaba en el embroque. Buen toreo de salón, en toda la extensión de la palabra, bien rematado por una estocada cobrada por derecho. Por ponerle peros, algún corte de tanda a destiempo. Pero sólo por eso y sin haberse lucido con el capote, no se puede salir por la Puerta Grande.
- Hay que aplaudirle que se preste a una sustitución y los honorarios los done a una entidad benéfica. Son gestos poco habituales en las figuras del toreo.
- Ya se le agradeció al romper el paseíllo. Pero una cosa no quita la otra. Si, al menos, hubiera puesto colofón con el quinto..., pero era un toro noblón, sin transmisión ninguna y con la que no pasó de aseado. Oiga, hoy es viernes y aún no me ha dicho que tiene que irse a su pueblo.
- Me lo ha quitado de la boca. Pero antes quería saber qué opina de López Simón, el del avión que dice el churrero de Cadalso, porque es de Barajas.
- A ver si se acuerda de traerme patatas fritas del churrero, que hace mucho que no me hace usted esa gracia. Del madrileño lo que más me ha gustado es su cambio de actitud. Ha venido a tirar la moneda. Hoy no ha estado ese torero triste y abúlico de sus últimos paseíllos, sino el trágico de su despegue como torero. Tanto que la estocada al sobrero ha sido a matar o morir, después de la paliza que llevaba tras la voltereta. Ha puesto esa emoción que siempre echamos de menos en el toreo, y precisamente con toros anodinos. Ese sobrero grande y destartalado de Mayalde, que apretó en el peto, noble y medio rajado al que se pasó muy cerca, con personalidad. Como dicen ahora, lo dio todo. Y con el sexto, de buena condición para el lucimiento, anduvo parecido, aunque mal con la zurda, muy eléctrico de brazo y sin estructura de faena, tanto que en medio de ella se puso a intentar estatuarios. Y con esto ya puede irse, que del francés me da fatiga hablar.
- Si, ya me voy, pero antes algunas cositas. Juan Bautista ha sido fiel a sí mismo, torero mecánico y sin alma. En el primero se ha juntado además con un toro descastado y en el cuarto, con otro toro soso y aguado como la lluvia que acompañó su faena. Lo poco que reseñar en varas, banderillas, ni capote, en una cuvillada más, lo pondré en imágenes.
Me despedí con celeridad de don Venteño que me entregó una servilleta de bar. Al salir la desplegué y leí el mensaje: No se olvide de la patatas fritas.
Cuadro de puntuación de la corrida de Núñez del Cuvillo
Enlace a la TARDE CONTADA EN IMÁGENES
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