miércoles, 6 de junio de 2018

Fracaso del postureo de la Beneficencia. Las Ventas, 6 de junio de 2018

Hace mucho tiempo que la corrida de la Beneficencia perdió la finalidad que acredita su nombre. Ha llevado el mismo camino que la Tauromaquia, que se ha dejado en el camino su esencia de espectáculo de toros para dejar paso a otro configurado para mayor gloria y alivio de los toreros. La única diferencia de esta corrida con cualquier otra de figuritas, o sea, de whisky y clavel, son unos colgajos en las andanadas y la apertura del palco real al Rey viejo, porque el nuevo ni está ni se le espera.

Ginés Marín en una de sus poses habituales

De nuevo el gentío obstaculizaba alcanzar en el Rincón de César los dominios de don Venteño. Hoy la gente venía en plan guapo, así que el postureo no se había quedado en el ruedo, sino que se extendía a los tendidos y alrededores. El viejo aficionado aún no había llegado, cosa rara. Tomé asiento e inmediatamente llegó Remi con mi tercio de Mahou en la bandeja, un botella de vino blanco, un plato y un platito que me puso delante.

- Me ha dicho tu amigo que estaba cansado. Me encargó esta mañana un cogote de merluza al horno para esta noche, que es éste que te traigo. Pero se ha presentado antes de acabar la corrida, ha escrito este papel para ti y me ha pedido que cuando llegaras te sirviera el pescado. Buen provecho.

 La cerveza venía acompañada de un platito con patatas fritas y un canapé de redondo en salsa. Comencé con ello y me puse a leer el papel.

   Buenas noches, Cadahalseño.

  Perdóneme la ausencia, y espero que ayude a ello la sorpresa que he pedido a Remi le sirva. El encargo se lo hice esta mañana en la seguridad de poderlo degustar en su compañía, pero la corrida ha podido conmigo. Cuando ha doblado el quinto he desertado de la plaza y cuando he llegado aquí me dolía todo el esqueleto y uno ya sólo está para sopitas y buen vino, por lo que he decidido ir a descansar mis huesos al sofá de mi casa.

  A mitad de la corrida me he dado cuenta que lo que estaba viendo había pasado por mis ojos mil veces y el aburrimiento ha ido apoderándose de mí. Hasta Ferrera se parecía al de antes, aunque sin banderillear, y no al de las dos últimas temporadas. Porque Miguel Ángel Perera siempre será Perera, para nuestra desgracia. Y Ginés Marín, con lo poco que lleva en esto, ya parece que le haya visto mil veces. Y créame, ese (des)toreo no sé si me hastía más que me cabrea, o al contrario. Tres extremeños, de los que uno ha nacido en Ibiza y otro en Jerez de la Frontera, pero, como los de Bilbao, los extremeños nacen donde les da la real gana.

  Porque cansa ver a Ferrera abusar del tíovivo con un primer toro que se centrifugaba solo por el pitón izquierdo y decepciona verle sin ideas con un toro bronco a la defensiva, como el cuarto. Todo lo resume su balance numérico: 3 avisos y 7 golpes de cruceta.

  Y harta ver a Perera citando forzado con la muleta oblicua, escondiendo la pierna, llevando la embestida despegada y pegando 100 pases en cada faena de muleta. Y en su balance se lleva un metisaca, 2 avisos y 10 golpes de verduguillo.

  Y fastidia ver a Ginés Marín pugnando por alcanzar el cetro de Rey del Postureo, por copiar la puesta en escena de Manzanares, dándose largos paseos entre tandas y tanda, por abusar del toreo superficial, con inicios a la remanguillé y finales de bernadinas con toros apagados. No sé lo que habrá hecho en el sexto y si el público del clavel y don Trinidad le habrán regalado otra orejita de tómbola, incluso con un pinchazo, y hasta haya salido por la Puerta Grande. Me lo temo.

   Y sorprende ver a Montoliú y Curro Javier en unos tercios de palos vergonzosos, como si tuvieran que dejarlas a fieras corrupias. O ver a los toros con garapullos repartidos por todo su cuerpo, como si se las hubiesen tirado a 30 metros de distancia.

    Lo que no extraña es ver a los núñez de Alcurrucén corriendo por todo el ruedo y saliendo de naja de los petos. Como después se centran en la muleta y regalan embestidas, los críticos del sistema dicen que son bravos, y los taurinos que sirven.

    Y me despido sin más, no sea que llegue usted y me enrede.

    Un fuerte abrazo y siempre suyo.

Doblé el papel y me lo guardé en el bolsillo. Me dispuse a dar cuenta del vino verdejo de Rueda y del cogote de merluza al horno, con patatas, ajos y cebollas, que estaba delicioso. Mientras tanto, pensaba en lo que se había ahorrado don Venteño, el sexto, un toro simple y manejable que se escupió del peto, con el que estuvieron peor que mal Punta y Manuel Izquierdo con los rehiletes y al que Ginés Marín destoreó a placer, sin disimulo ni vergüenza. Y me venía a la cabeza que detrás de mi se sentó una chica que venía por primera vez a la plaza y que preguntaba a su acompañante, un fan de Ginés, qué era eso que le pedían de cruzarse. La respuesta fue tan concisa como imprecisa: pues que se arrime.

Cuadro de puntuación de la corrida de Alcurrucén


No hay comentarios:

Me corto la coleta

Puede parecer pretencioso servirme de esta frase, reservada para los que del enfrentamiento con el toro han hecho su oficio, pero permítase...