jueves, 22 de mayo de 2014

A mi abuelo y a aquel tiempo taurino en que era feliz sin saberlo

Amigo José Luis: La verdad es que en la tarde del 20 de mayo de 2014 me lo pasé de lujo. Se lo dije a tu cuñado en el metro: “Lo siento por los toreros heridos, pero gracias a ello me he divertido un montón en vuestra grata compañía y en la de los toreros antiguos que son los que realmente convocan a mi mente infinidad de recuerdos y sensaciones placenteras que uno torna a degustar”.


¡Cuánto me acordé de mi abuelo! Fue él quien me llevó por primera vez a Las Ventas aquél -para mí inolvidable- 10 de agosto de 1969, en el que se presentó Victorino en Madrid gracias a la promoción y propaganda que le dedicó desde el periódico “Pueblo” nuestro ínclito Alfonso Navalón. Sus toros los mataron Joaquín Bernadó, Andrés Vázquez y Aurelio García Higares. Esa tarde se la recordé hoy a Andrés Vázquez en el Patio de Arrastre y él me respondió que tenía muy presente aún al toro “Baratero”.


Recuerdo perfectamente la única vez que oí cantar a mi abuelo en toda mi vida. Entonó, eso sí bajito, mientras regábamos el huerto de La Peluquera, el pasodoble “El Cordobés”, que entonces sonaba a todas horas en la radio. Esta tarde también se lo dije a Manuel Benítez en Las Ventas al cumplirse el 50 aniversario de su conformación de alternativa que, por cierto, la vi en la tele de mi paisano Joselito en su casa de la Carretera de Rozas acompañado de sus hijas Mari y “Tinilla”. Hoy “El Cordobés” no para de agradecer, reír, besar, contorsionarse, saludar y hacerse fotos con todo aquél que se le acercaba. Atónito me quedo y más al recordar hogaño lo que él significó antaño. Fue el “Papa” del toreo, se codeó con todo Cristo y se puso medio mundo por montera. Aquellos que lo vivieron sabrán muy bien de lo que hablo.


Y luego rememoré con Gabriel de la Casa sus múltiples actuaciones, junto a su hermano José Luis, durante nuestras Fiestas del Cristo en Cadalso. Ellos inauguraron la primera plaza de toros portátil que se montó en nuestro pueblo, allá por 1965. A la sazón, Isidoro de alcalde y el padre de los toreros, "Morenito de Talavera", de empresario. Y viene a mi memoria más reciente el cómo embelesaba a los toros con el péndulo de su muleta el maestro Dámaso González. Al principio Navalón le contaba los pases en sus crónicas y más tarde le ensalzó haciéndole unas críticas preciosas, algunas debo tener por ahí perdidas. Y se lo musité -tan bajo que no me oyó- ese atardecer junto a la entrada de los corrales que tenían a Antonio Miura de vigía esperanzado.


Ya ves, José Luis, que cualquier pretexto (o vivencia) es bueno para trasladarme a mis viejos tiempos taurinos donde no dejan de fluirme mis recuerdos más conmovedores. ¡Son tantas experiencias taurinas bonitas e inolvidables! Únicamente bajé desde mi andanada al tendido bajo del 1 para ver salir a “El Cordobés”. Es que quería, cuando le viera aparecer, rendirle un íntimo homenaje a mi abuelo que fue quien me aficionó a los toros y, además, era absolutamente incondicional de Benítez y, claro, yo con él también. Aunque tengo que confesar que más tarde abjuré de mi incipiente “cordobesismo” por obvias y evidentes razones que fácilmente tú comprenderás.


Mi abuelo Miguel me llevó también a la memorable Corrida de Beneficencia de 1970 que lidió en solitario Paco Camino. ¡Qué magisterio!, oye; pero él seguía erre que erre: “Como El Cordobés no hay otro”. En aquella Corrida yo ya comencé a dudar de mi devoción cordobesista. Otras ideas taurinas (de las otras también) iban pidiendo entonces audiencia a mis entendederas.


Y te parecerá raro y absurdo pero todo eso lo saboreé de nuevo junto a vosotros la tan repetida tarde del 20 de mayo, mientras los tres toreros que actuaron estarían saboreando algo muy distinto en la enfermería. Mis mejores deseos para David Mora, Antonio Nazaré y Jiménez Fortes porque estuvieron hechos unos “toreros machos”. Incluso esa desgracia me hizo rememorar aquellas parecidas que ocurrieron en 1979. Dos tardes, alternas, nos pasó “casi” lo mismo. En la segunda, hablo de memoria, creo que fue el 28/5/79, toreó Rafael de Paula (y V de Alemania). Y cuando le hizo un quite al cuarto, como esos que me dejaban boquiabierto, como suspendido y flotando sobre el ruedo, como aleteando sobre una emoción me dejaban, el morlaco lo cogió y acabó la corrida. Fue una tarde gris, rara, de lluvia fina y, toreando Rafael, muy misteriosa. A la salida de la plaza nos enteramos que no contaban con ambulancias disponibles para trasladar a Manolo Cortés, Rafael de Paula y Ruiz Miguel al hospital. Habían puesto una bomba en la cafetería California 47, de la calle Goya y todas estaban allí, cosas de aquella época... Años después le recordé en Burgos a Rafael, genio y figura de éxtais, ese quite (fue aquella tarde ventosa en que te comentó Damián Gil que no paramos de hablar los dos en el callejón), le dije que fue al rematar una media por el costado ¿derecho? que el bicho le prendió. Se me quedó mirando callado (ya sabes) durante unos segundos eternos y enigmáticos que a mi me impresionaron. Al rato me dijo, irguiéndose y observándome muy fijo y serio: “Se equivoca usted, no fue por ese lado, fue por el contrario”. Es que como usted, maestro, yo siempre voy al contrario. Y luego seguimos a lo nuestro…


Tuyo afectísimo.

Miguel MORENO GONZÁLEZ

1 comentario:

Anónimo dijo...

Así mas o menos era todo.

Me corto la coleta

Puede parecer pretencioso servirme de esta frase, reservada para los que del enfrentamiento con el toro han hecho su oficio, pero permítase...