Soy un íbero y si embiste la muerte, yo la toreo.
(Gabriel Celaya)
EN MADRID QUE ATOREE SAN ISIDRO (GUERRITA)
Comienza San Isidro: El mayor espectáculo del mundo mundial taurino. La hora de la verdad para todos: toreros, ganaderos, médicos, presidencia, aficionados, medios y toda la comparsa que rodea un tinglado único. Piedra de toque para la temporada, catapulta para la gloria o sepultura de esperanzas. La prueba es fundamental para los protagonistas: Hay que llegar a Madrid con los nervios templados y prestos, el ánimo caliente, el corazón dispuesto, los sentimientos a flor de piel y la forma física a punto. San Isidro es un torneo con vencedores y vencidos que pasa por diversos tamices: Un equipo de veterinarios competente y estricto, defensor del público y de la afición de Madrid; unos medios de comunicación que harán un análisis justo, equilibrado y crítico (por algo es la primera plaza del mundo) y, sobre todo, una afición exigente pero justa, implacable e intolerante con lo heterodoxo pero pura, capaz de una entrega sin límites cuando al torero le sopla la inspiración o lidia con conocimiento el toro con sentido y poder. Todo ello armonizado y aquilatado por una presidencia íntegra, rigurosa e imparcial conocedora de su trascendental cometido.
Como máxima fundamental: El toro hecho y derecho, sin trampa ni cartón. Con trapío, cuajo, hechuras, astifino... El toro de verdad, el toro de Madrid. Ni elefantes ni mastodontes pero tampoco toretes anovillados, sospechosos de cuerna o vísceras adulteradas por artero interés. Simplemente el toro bravo en su plenitud y con sensación de peligro. Aquí no debe haber ni compromisos ni componendas. Únicamente, para que también sirva de precedente al resto de las plazas: Autenticidad. ¿Se entiende el argumento? Creo que esta es la mejor defensa que podemos hacer de la Tauromaquia ante los animalistas.
Frente a ese toro se harán presentes unos hombres dionisiacos para entablar una lucha bella, sin ventajas y aderezada de romanticismo; aplacarán sus ilusiones de triunfo para así relajarse y hacernos soñar y vibrar hasta brotarnos la emoción (siempre sucedió así y ya es tarde para que suceda de otra manera). Crearán unos lances a la verónica de ensueño con el mentón incrustado en el corazón, ligarán en el reducido círculo de una medalla media (para qué más) docena de naturales en los que la muñeca obedecerá al dictado del duende y el designio de la inspiración. Y rematarán esa obra de arte efímera con el obligado pase de pecho para así dibujar sobre la arena ese "ocho" lógico y antológico que hoy tan pocas veces contemplamos.
Todo está dispuesto, incluido un cuadro médico insuperable y angelical y un reloj puntual. Ya estamos parapetados detrás del burladero de las emociones. Sólo falta que las musas, Afrodita y Venus, se posen en la mente de matadores, picadores, banderilleros, afición... Cuando eso ocurre, no hay un lugar más parecido a un maravilloso manicomio que la plaza de toros de Las Ventas. Y es que como dijo el empresario catalanoespañoPedro Balañá Espinós: "Uno no va a los toros a divertirse sino a emocionarse".
¡Va por todos...! Y que el destino reparta locuras cuerdas con generosidad.
Miguel Moreno González
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