La comodidad de los taurinos ha impuesto el gusto por el torero estético a toritos fáciles, ha modificado el propio concepto de bravura, y ello ha empapado tanto en públicos y palcos, que se valora el toro dócil que no ha querido ver un peto y se desprecia al toro encastado que, por definición, no admite pingüis, espaldinas y banderazos. Y para demostración gráfica, la corrida de hoy.
El toreo que hoy mola. Román con el tercero de la tarde
El aficionado acude al coso del carrer de Xátiva con la ilusión que siempre genera un cartel de Herederos de Celestino Cuadri, aunque los antecedentes no sean los mejores, por la inutilización de dos toros en el desencajonamiento y el rechazo de otros dos en el reconocimiento.
Se deja engañar en taquillas por un aburrido empleado de Simón Casas, con instrucciones de ratear a los clientes, y mira casi con simpatía a los escasos antitaurinos de guardia, los justos para sostener desplegadas dos pancartas, a las órdenes de un barbudo demagogo con megáfono, que viene a decir que sin toros se salvarían miles de vidas de niños en el mundo. En su interior, el aficionado se alegra de que los animalistas, aunque con falsedad consciente, enarbolen también el valor de la vida humana en apoyo de la abolición. Y entra en la plaza admirado del milagro de una tauromaquia aún viva, a pesar de los esfuerzos en contra de taurinos y antitaurinos.
No es bueno el inicio con un toro hondo que, sin codicia, mansea en el peto y se para muy pronto. Rafaelillo, con oficio e inteligencia, corrige y tapa defectos, y consigue extraer algo de agua en un pozo seco, pero sin acierto con los aceros.
El segundo es castaño, esa rareza en esta ganadería cada vez más habitual, y acomete humillado al saludo de Pascual Javier, muy movido de pies. Ángel Moreno lo pica trasero con contumacia y el toro es remiso al segundo encuentro. El valenciano no aprovecha la nobleza y humillación del castaño, que adolece de falta de codicia y se derrumba en medio de la faena. Una estocada honda basta para pasaportarlo.
La manifiesta invalidez del tercero completa una primera mitad para olvidar. El aficionado cambia de localidad y se coloca al lado de un matrimonio de aficionados valencianos, Amparo y Adolfo, asiduos en las ferias de Cadalso y Cenicientos.
El sobrero está cerca de cumplir los seis años, pero tiene expresión de niño. Es de Luis Algarra, ese hierro del monoencaste que es simiente de muchas ganaderías. Acomete con alegría, que devuelve cumplido un Román, que si por algo se caracteriza es por esa expresión simpática y por bullidor en el toreo. Se escupe en el peto en las dos entradas y acomete y persigue a los banderilleros hasta las tablas. No varía de comportamiento, repitiendo con mucha nobleza y movilidad, parece más un perrito entrenado para perseguir el trapo que para la lidia. A Román le ha tocado la lotería, y con desparpajo despliega todo un toreo de arabescos y perifollos, que cala en los tendidos, más que nada por la ligazón que por una profundidad inexistente. Al aficionado le parece que el valenciano no ha cuajado a un toro que se prestaba a un alto lucimiento estético. La faena se desarrolla completa en los medios y la estocada tendida es suficiente para que el palco conceda el doble apéndice y la vuelta al ruedo a este mansito fácil de Algarra que no quiso ver al caballo. Esta es la tauromaquia del siglo XXI, mal que nos pese.
Tras el breve descanso de la merienda, los malos augurios continúan con la salida de un cuarto hondo y serio, que se emplaza en los medios, sin que nadie se decida a salir a por él. Adolfo me apunta que Oliver, al que corresponde su brega, no se animará. Efectivamente, tiene que ser José Mora quien llame la atención del morito, que no termina de romper en el capote. Aunque cabeceando, el de Cuadri se emplea en el peto, empujando en un primer puyazo largo, en el que desplaza muchos metros al jaco, y un segundo muy trasero, sin colocar a distancia. José Mora, que también sacó al toro del peto, se desmontera por un buen par. El toro, a pesar del castigo, queda con poder, es encastado y derrota. Rafaelillo trata de obligarlo por abajo, pero no termina de meterlo en el capacho. A media faena, el animal acusa el fuerte castigo de varas y se para, lo que aprovecha el murciano para darse un arrimón final. Con una gran estocada, Rafaelillo culmina una buena tarde ante dos toros deslucidos y demuestra que es uno de los pocos del escalafón con arrestos y conocimiento para despachar este tipo de toros, que al aficionado le resultan de mucho más interés que otros como el tercero, previsibles y colaboradores con el lucimiento fácil del torero.
El quinto acude a los burladeros, pero tiene poco recorrido en el saludo, otra vez movido, de Pascual Javier. Lo pica muy mal Manolo Quinta y el toro sale distraído del peto. Con los palos, Montoliú demuestra que es solo una sombra de sí mismo, incluso tratando de poner un par a la media vuelta, y García Fernández se queda en la cara del toro y acaba sufriendo un volteretón sin consecuencias. Si Pascual necesita confianza, es obvio que su cuadrilla no es su mejor medicina. El valenciano, desconfiado y sin recursos, saca los pases siempre por arriba, acentuando los defectos de un toro parado y reservón. Con habilidad consigue una estocada caída, yéndose de la suerte.
Se anuncia el de más peso de al corrida, “Jabalino”, de 640 kilos. Es un toro imponente y descarado de pitones, que sale galopando al capote de Román, que retrocede en cada lance. Adolece el animal de falta de fijeza y se cuela en dos ocasiones. Santiago Morales no acierta con la puya y el toro empuja con la cara alta en las tres ocasiones que acude al peto, dos al de Morales y una al de Iturralde. Román lo coloca en corto para un cuarto puyazo, pero la presidencia cambia el tercio. intentando ponerle la puya, Rafaelillo ejerce de director de lidia y casi agarra del ramal al cabllo para indicarle la puerta de salida. Al aficionado le queda el sinsabor de no haber tenido al oportunidad de ver cómo habría acudido de largo, pero los toreros en general prefieren no lucir a los toros. Hay excepciones, y al aficionado se le viene a la cabeza la generosidad de Pérez Mota en el último San Isidro, poniendo en los medios a “Ojeador”, de Miura para el tercer puyazo. Da gusto ver galopar a “Jabalino” en el segundo tercio, persiguiendo hasta las maderas a los banderilleros. El toro es bravo, pero tiene los problemas de la casta, necesita dominio con la muleta y lo único que encuentra es un trapo dejado a media altura. Al aficionado le parece que este gran toro ha tenido mala suerte en el sorteo, estando Rafaelillo en el cartel. Román naufraga, como lo habría hecho casi todo el escalafón, y tira por la calle de en medio tocando los costados y rematando horriblemente con el estoque, escapándose de la suerte en cada ocasión y propinando un feo bajonazo. “Jabalino” peleó con casta su propia muerte hasta que la cruceta lo despenó.
El aficionado abandona contento la plaza, no por las orejas cortadas por Román, ni por la vuelta al ruedo al mansito de Algarra, sino por el juego de este último toro de la feria, un auténtico toro de lidia, del que recordará siempre ese galope majestuoso e inconfundible, que seguro, seguro, habría regalado arrancándose desde los medios al caballo, si alguien allí lo hubiera colocado.
Cuadro de Puntuación de la corrida de Cuadri (5) y Luis Algarra (1)
LA TARDE TRAS EL VISOR
La banda de música de Massanasa ameniza la espera
Los antitaurinos de guardia
Fernando Cuadri cambia impresiones en la calle
El selfie de Rafaelillo...
… la foto de Pascual Javier...
… y el selfie de Román
Paz en los corrales
Los fotógrafos deslucen la solemnidad del momento
Menos de media entrada en tarde apacible
(la misma que la tarde anterior con cartel de figuras)
Una fotógrafa se empeña en restar protagonismo a los toreros
La entrega de llaves de toriles
Rafaelillo recibe al primero
“Tripulante” echa la cara arriba
Quite por chicuelinas de Pascual Javier
De esta guisa trató de clavar Álvaro Oliver
Rafaelillo consiguió naturales de mérito
Santiago Morales bosteza delante del vistoso mantón de Manila
Tablilla del segundo de la tarde
José Mora, mal colocado, ayuda a que “Lesnero” entre al caballo
Raúl Blázquez arriesga en el par
Natural de Pascual Javier
“Navegador” se hundió
El sobrero
Román dando sombra a “Fusilero”
Llevando al caballo por tapatías
El de Algarra no quiso ver al caballo
Sin picar, quedó con pies
Lo que mola hogaño: por allá...
...y por acá
Estocada sorteando el pitón
La tontuna de los pañuelos, también en Valencia
Los domingos al sol
El cuarto se empleó en el peto
Buen par de José Mora
Rafaelillo en pase característico
Gran estocada a “Peregrino”
El panel informativo
De cómo no han de colocarse picador y cuadrillas
García Fernández se queda en la cara de “Remendao”...
...y Rafaelillo oportunísmo al quite
Dicen que el toreo es de arriba a abajo y de fuera a dentro
Tablilla de un toro importante
A Román le vino grande desde el principio
“Jabalino” empuja al jaco, después de sacarlo de las rayas...
...se arranca en la segunda entrada, y...
...recibe un tercer puyazo de Iturralde
Persiguió con casta en banderillas...
...y desbordó a Román
Rafaelillo fue el mejor de la tarde
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