Los aficionados tenemos dos frentes abiertos: el de los antitaurinos, por un lado, y el de los taurinos, por otro. Unos empeñados en prohibir la Tauromaquia, con el apoyo combatiente de partidos políticos, y otros ciscándose en ella (en este caso, Taurodelta), con el visto bueno complaciente de quienes han sido nombrados para preservar la dignidad del espectáculo (presidente, veterinarios y miembros del Cuento de Arreglos Taurinos).
Los que permitieron la fechoría
Hay que tener muy poco respeto a la afición para presentar una colección de novillos entre feos, cornicortos y sin remate, de 3 hierros 3 (de acreditada falta de casta y de fuerzas), y muy poca cortesía con las asociaciones en lo que Taurodelta llama el Día de las Peñas Taurinas. Y hay que tener muy poco decoro para permitirlo, por el tándem presidencia-veterinarios, que forman Julio Martínez y el equipo Pizarro-Urquía-Marino. Todos ellos, con la culpa por omisión de sus obligaciones en toda la temporada por parte del Cuento de Arreglos Taurinos de la Comunidad de Madrid, y la colaboración necesaria de unos ganaderos que no hacen aprecio de su noble profesión, son los responsables de este agravio a una afición fiel y a unos espectadores que se han retratado en taquilla para presenciar una novillada en la primera-plaza-del-mundo.
Del juego de los utreros (José Luis Pereda, La Dehesilla y Julio de la Puerta) y de la actuación de los tres novilleros (Mario Alcalde, Amor Rodríguez y Alejandro Fermín) no seré yo quien pierda el tiempo en escribirlo.
Es la primera vez en esta temporada que quien suscribe abandona la plaza antes de arrastrar el último novillo, o lo que fuere, pero mi paciencia tiene un límite, que se sobrepasó.
LA TARDE A TRAVÉS DEL VISOR
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