Hablaba ayer de la estética y los toros. Escribía otro día sobre la torerimaquia, ese sucedáneo de la Tauromaquia sin toro de lidia, donde todo se supedita al lucimiento estético del torero en la faena de muleta. Precisamente para tal fin se ha criado el torito "colaborador" que inunda el mapa ganadero actual. Y justamente la factoría Núñez del Cuvillo es la más acreditada en la fabricación del modelo. Hoy, los cuvillos han hecho honor a su fama de "toreabilidad": nobles, con la movilidad y las fuerzas suficientes y justitas. Además, se les ha cuidado con esmero en el peto, donde medio cumplieron, por fijeza más que por codicia o poder. De fiereza o acometividad, por contra, poco o nada.
En este contexto (y lo recalco: en este contexto), la tarde de hoy ha sido lucida en uno de los tercios que los públicos conciben como trámite enojoso que simplemente retarda la llegada del último. Y, por esta novedad, la tarde de hoy merece ser recordada. Los otros dos tercios, esta vez, sobraron.
Hace un año, el capote resucitó por obra y gracia de Morante de la Puebla, en una tarde de juanpedros. Duró poco su vitalidad y volvió a entrar en coma rápidamente, hasta que nuevamente Morante ha obrado el milagro de llevar al capote al lugar que ocupó en el toreo clásico.
Los cuvillos salieron "ahormados", permitiendo así a los tres espadas lancear con comodidad en los saludos, que quedaron vistosos, en especial los de Cayetano al segundo, Luque al tercero y Morante al cuarto, al que sacó a los medios con verónicas de enjundia pero con mal remate.
Ya había hecho Cayetano en el segundo un quite lucido por tijerillas invertidas, al que siguió otro de Luque de verónica, media y revolera (que había empezado desluciendo Fernando Pérez que distrajo al toro por no quedarse quieto).
El tercer toro (adolescente de cuerpo, pero con cara de adulto) se había dormido en el peto en la primera vara, a cuya salida Luque realizó un quite de chicuelinas en corto; tras el picotacín siguiente, Morante instrumentó un quite por verónicas, enormes las dos primeras, en las que rectificó terrenos en demasía; replicó Luque por verónicas, de las que sólo destacó la primera; y autorizó al de La Puebla a un nuevo quite, esta vez con unas preciosas chicuelinas de giro inverso (que, junto a una media que referiré más adelante, fueron lo mejor de la tarde); aún Luque respondería con otro quite por chicuelinas vulgares, pero bien rematadas con dos medias. Luque y Morante se dieron la mano en señal de felicitación ante la mirada seria de un Cayetano convidado de piedra, como lo fuera su hermano Francisco años atrás en un pique de Joselito y Ponce. El nobilísmo toro quedó agotado y no dió opción en el último tercio, por parado, que no por otra cosa, porque este tipo de toros pueden catalogarse como del género bobo, y ya pueden darles mil pases que en el mil uno seguirán la muleta como autómatas.
En el cuarto, nuevamente hubo quites dignos de reseñarse. Morante hizo el primero por delantales, bueno el primero, regulares los siguientes y una media de remate, con sabor belmontino, en la que el jabonero se enroscó como una pescadilla; Cayetano recurrió al mismo quite que en su presentación en Madrid hace dos años: el quite de Ronda de su abuelo Antonio Ordóñez, bien ejecutado desde la larga cambiada hasta la revolera, pasando por unas gaoneras muy vistosas.
Hubo quites en los dos últimos toros, que no merecen ser comentados.
De lo demás, sólo añadir: Morante, en el cuarto, salió ya con el estoque de verdad (como Juan Mora la tarde anterior), se atracó de toro y salió con la taleguilla rota, compensando así un anterior metisaca en los sótanos; Cayetano, muy ventajista, desperdició dos toros con la muleta que se prestaban al lucimiento y descabelló al quinto tras cinco pinchazos y sin haber clavado el estoque; Luque no tuvo opciones en la muleta, en el tercero por lo ya dicho y en el sexto por su sosería y aborregamiento.
Con todo, si bien hubo mucha plasticidad y mucho torero de capa, la tarde adoleció de falta de auténtica emoción: no hubo ni un susto para los toreros. Comparando, me gustaron más las verónicas de Morante el año pasado y las chicuelinas de éste y, sobre todo, la media al jabonero (véase la formidable foto de Rafa Carlevaris). Y me emocionaron más las verónicas de recibo de Morante al toro de Mari Carmen Camacho el 21 de mayo, menos estéticas pero de firmeza y valor extraordinarias.
Nota: Publicado originalmente en el blog estrapicurciela
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