(A
tu padre, que cuando llovía leía ante la lumbre de Las Sillas,
junto a tu abuela
Asun, a Julio Verne)
LA
BELLEZA DEL RECORTE
Difícilmente
podrá vivirse otra actuación tan completa, arriesgada y artística
como la realizada el último fin de semana en la Plaza
de Toros de Las Ventas por el recortador de Cadalso de los Vidrios
(Madrid), Daniel Moreno “El Cadalseñito”.
Era una tarde preciosa, típicamente primaveral
y madrileña, de esas que
colaboran a realzar cualquier creación artística. Todo ocurrió
durante la lidia del cuarto toro,
porque lo bueno siempre acaba por suceder.
La plaza gozaba de un silencio sobrecogedor, como esperando la
efímera maravilla
que nos estaba por llegar. Sosegado, seguro
y concentrado apareció
Daniel
en el tercio yendo al encuentro de un morlaco de gran trapío,
agalgado y con astifinas y desarrolladas defensas. Le citó
desafiante y con majeza,
ofreciéndole el pecho y
con sus manos graciosamente apoyadas sobre las caderas que giraba
acompasadamente. El bravo
y noble toro nada más verle hizo
por él, justo entonces de forma escalofriante “El
Cadalseñito” le
templó, cortando y
burlando su embestida pujante y arrolladora en
un palmo de terreno. En
el círculo de una moneda sucedió, como narraban los cronistas
antiguos del XIX.
Oí perfectamente
desde mi localidad el
grito angustiado de su madre y como el buido pitón izquierdo
acariciaba, más que rozar,
su camisa muñanera. El
burel una vez quebrado quedó quieto, dominado
y sorprendido,
como buscando encampanado
una explicación
coherente a aquella belleza que acababa de acontecerle.
Es la diferencia de cuando se recorta y se domina a cuando
simplemente se pasa por
la cara del toro corriendo sin parar, templar ni mandar.
Daniel Moreno
Sánchez
salió andando airoso del embroque con la cabeza ligeramente baja,
abstraído y melancólico, como todo cadalseño que se precie. Oyó
resonar ensimismado –o quizá no- el estruendo liberado de una
ovación interminable que el público le tributaba asombrado y puesto
en pie. Parecía una explosión incontenible de sentimientos.
A
la salida de la plaza, en los bares cercanos repletos de cadalseños
(no podía ser de otra manera), se contaba y no se paraba de hablar
de aquel prodigio que veníamos de contemplar cuando ya atardecía
sobre un Madrid
enamorado de primavera. A un cadalseño sensible y bueno le escuché
comentar para sí: “-¡Ya
era hora de que la gente sintiera de qué está hecha la emoción
cadalseña!”. En
tanto su tío Jose,
eufórico y entusiasmado, no paraba de invitar a todo el mundo a voz
en grito, a diestro y siniestro, de arriba a abajo, con una felicidad
desbordante que contagiaba hasta a quien no tenía nada que ver con
este milagro grande, muy grande, que como un abrazo mágico nos venía
de estrechar.
Ya
amanecía por el arroyo “Labros”
cadalseño cuando se
oía el canto del cuco. Y yo recordé a todos los que ya no están
con nosotros, su abuelo paterno incluido. Alcé la vista y entre el
cielo y la Peña seguía Daniel
recortando a lo lejos, sobre las nubes, a toros celestiales bellos y
buenos. Son los nuestros, los soñados, les dije, los que nunca nos
abandonan pase lo que pase.
Tu padrino,
Miguel
MORENO GONZÁLEZ
No hay comentarios:
Publicar un comentario