Dos orejitas no pueden, no deben, abrir la Puerta Grande de Las Ventas. Hay que cambiar de una vez por todas esa regla para evitar que se devalúe aún más la categoría de esta plaza. O cambia el Reglamento Nacional o la Asamblea de Madrid toma cartas en el asunto. Pero esto no puede seguir así. Entretanto no la llamemos Puerta Grande sino postigo.
Fernando Téllez, por fin, consigue poner orden en la capea
Coincidimos en la misma puerta del "Rincón de César", porque don Venteño se había entretenido en curiosear:
-Hace muchos años que no iba a ver salir a un torero por la Puerta Grande, y a fe de que en mi vida se me volverá a ocurrir. Los policías de a pie y, sobre todo, a caballo, se emplean contra la gente como si hubieran de reprimir la más violenta y numerosa manifestación de la que se tenga memoria en Madrid. Me río yo de los grises.
-No sabe cómo me alegro por ello.
Me miró incrédulo, mientras pasábamos dentro:
-¿Se alegra de ese exceso policial?
-No, hombre. Me refiero a que le haya echado ganas para irse allí. Eso demuestra que está mejor.
-No del todo, pero no le voy a jeringar con mis males. -Se dirigió a Remi: -Buenas tardes, Remi. Una de las mías y una caña bien tirada, que es para el cadalseño, por favor.
-Y sin favor -respondió el templado camarero.
De improviso se echó a reír:
-También hacía tiempo que no reía tanto. ¿Ha visto correr al alguacilillo por el callejón, como alma que lleva el diablo, buscando desesperadamente el burladero de los areneros? Ya no tenía peligro, porque el portero había cerrado el paso al toro con una hoja de la puerta, pero él no miraba para atrás.
-Pues alguno lo pasó mal en ese salto del cuarto al callejón, y si no que le pregunten a un arenero que andaba por donde no debía.
Se acomodó en un taburete, pinchó un pepinillo de aperitivo:
-Estuve a punto de irme cuando murió el tercer toro, pero por no mover a toda la fila del tendido, me quedé. Y acerté, porque la segunda mitad ha estado entretenida.
-¿No le gustó el segundo?
-Por supuesto que no. Un torito justo de presencia y de fuerzas, al que apenas se picó y que fue un carretón en la muleta, ¡cómo me va a interesar! Me pareció más un cuvillito que un ibán.
-César Jiménez lo toreó...
Me cortó de inmediato:
-¡Pulcro! que es lo peor que se puede decir en estos casos. Bueno, eso por la derecha, que por la izquierda, ni eso. Y de capote ¿recuerda algo? Si por eso le quieren dar una orejita, a mí me resbala. Al fin y al cabo, la entrada me cuesta lo mismo. Como usted dice, torerimaquia pura y dura. Por cierto, que hoy ha vuelto a su época lozanística y ha inciado la faena de rodillas. ¿Recuerda que lo hablamos anteayer?
-Sí, perfectamente. Pero esa actuación últimamente aquí se premia con una oreja.
-Ya, y faenas como la del quinto también se han premiado con una oreja, y como oreja más oreja, según el Reglamento, es igual a Puerta Grande, pues por ahí ha salido. Yo no le habría dado dos orejas, precisamente para evitarlo, pero no soy el presidente de Las Ventas, para mi ventura y para desgracia de la plaza.
Me reconfortaba verle en ese plan. Pero quise chincharle: -No estoy de acuerdo con que necesariamente tenía que salir por el "postigo". En primer lugar, aisladamente considerada, la faena al sobrero de Carmen Segovia no era de oreja. ¿Qué hizo para ello? Un quite insulso por chicuelinas; empezar mal la faena por arriba, cuando el toro en el caballo y en banderillas había llevado la gaita por los cielos, y, cuando descubrió cómo se entregaba por abajo, no se quiso tampoco meter en muchas honduras, y menos con la zurda. ¿Qué mató bien? No es suficiente.
Hice una pausa para liquidar la caña: -Pero supongamos por un momento que esa faena era de oreja, justita, pero oreja. Pues bien, aplicando el Reglamento se puede negar, aunque haya petición, si ésta no es rotunda.
Don Venteño levantó las cejas, en un gesto entre guasón e incrédulo:
-Me lo explique el señor jurista.
Aparenté solemnidad: -Vamos a ver ¿usted cree que en Las Ventas ha venido exigiéndose que la Puerta Grande se abra solamente cuando la actuación del diestro ha sido especialmente importante?
Contestó sin convencimiento:
-Yo le diría que en los últimos tiempos lo dudo, pero supongamos que sí, que es lo que se ha venido exigiendo.
-Si consideramos que esa exigencia es una costumbre, el presidente puede valorar si la petición de una oreja que puede abrir la Puerta Grande, es o no mayoritaria, atendiendo precisamente a esa circunstancia, porque se lo autoriza el art. 40.4 del Reglamento: "Sin perjuicio de la exigencia de que se cumpla con exactitud el Reglamento, el Presidente tendrá en cuenta los usos y costumbres del lugar". Digamos que para conceder esa segunda oreja que descerroja la Puerta de la calle de Alcalá, el usía debe comprobar que hay una especie de mayoría reforzada de pañuelos, y no una justita.
Se quedó un poco descolocado. Cortó por lo sano:
-Bueno, dejémonos de los despojos, que ya le dije que no me interesan. Para mí, lo mejor de la tarde han sido los dos pares de Jesús Arruga en sus dos toros. Y, además, atento y oportuno en el quite a Pedro Vicente Roldán en el primero.
-Es cierto. Y no nos olvidemos de José Daniel Ruano, tan torero en el cite del primer par y tan expuesto en su segunda entrada al quinto de la tarde. Y de Llaverito. Pero vayamos a los toros; el encierro de Peñajara, ¿qué le ha parecido en conjunto?
-Variado de juego, con la nota común de su mansedumbre, y de desigual presencia. Ya hemos hablado del carretón segundo. El primero manseó de libro en sus tres entradas al penco, aunque derribase en la segunda, y en la muleta solo tuvo media arrancada, siempre a la defensiva. Ahí, Eugenio de Mora demostró que sólo le cabe una faena en la cabeza: la de derechazos, naturales y los de pecho. Pero claro, si el toro no es el habitual, esos pases no sirven. Y lo mismo le pasó en el cuarto, en que además dejó que le dieran de lo lindo en la segunda vara. Llegó bronco y dando hachazos a la muleta y sólo se le ocurrió tocarle por arriba. El resultado fue que en uno de esos derrotes le lesionó la mano. Pues ese toro de genio tenía su lidia, que no era la que le dio el toledano.
-No sé que va a dejar para Javier Cortés.
-Lo que yo no sé es que méritos acredita para anunciarse en la feria. Misterios de los despachos. No es que tuviese material para el lucimiento estético, precisamente, pero sí tuvo para torear, que no es lo mismo que poner la pañosa en la cara del toro a ver si le da por pasar. El tercero sólo tuvo dos arrancadas, que el madrileño no aprovechó, dejándole tropezar en la muleta. Y el sexto, encastado, que le robó el percal de salida, metía la cara con cierto genio, y, sin embargo, Cortés le hizo parecer un marrajo con sus dudas y destoreo. Y, como Eugenio de Mora, mató mal.
Se me hacía tarde: -Ciertamente, me gustaría haber visto a estos toros en otras manos para saber qué juego pudieran haber dado, dentro de su mansedumbre. Pero tal cosa nunca lo sabremos. Si le parece, nos vamos, que tengo aún cosas que rematar.
Se incorporó:
-Remi, cóbrame que el cagaprisas se me escapa.
Sonreí, sobre todo por comprobar que hoy don Venteño se me estaba viniendo arriba: -Por cierto, no sé si se ha fijado en el detalle del mono cuando el sexto ha derribado a Joaquin Sevillano. Estaba todavía caído el picador, y el toro encelado en el caballo caído. Pues bien, para evitar algún perjuicio al equino, no se la ha ocurrido más que colearlo. De haber salido a la primera, el toro se habría llevado por delante a Sevillano.
-Sí, lo vi, y también de qué forma se vengó el varilarguero después, masacrándolo con la puya.
Ya en la acera le comenté: -Espero que mañana don Joao Folque nos regale uno de sus grandes encierros.
-En los corrales sólo había tres palhas, mal asunto.
-No es buena señal, no.
-Está bien, cadahalseño, vaya a sus cosas, no me lleve yo las culpas.
-Se las llevará, en cualquier caso. Hasta mañana.
Cuadro de puntuación de la corrida de Peñajara el 31/05/2011 en Las Ventas
(Cada aspecto está puntuado de 0 a 5, y la nota media es ponderada, al no tener todos los aspectos el mismo peso en la puntuación
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