- Se anunciaba la ganadería "comercial" por excelencia de los últimos años, la del gusto de los toreros y, por ende, de la mayoría de los públicos. Y con ella, un Aparicio cuyo frasco de aromas sigue cerrado casi herméticamente por el tapón de la jindama; un Morante con la temporada cuesta abajo desde la cima de la primavera; y un Castella firme en su estilo. La foto, con la pancarta que denuncia el apego de las "figuras" a la comodidad de las reses, es de Lupimon.
- Los "artistas" (léase los toros) fueron fieles a su reciente fama y se portaron tal cual los han "fabricado": en general acudieron obedientemente a la llamada de los engaños, no se quebrantaron porque no fueron castigados, se hipnotizaron con las muletas; o sea, "sirvieron", por utilizar la palabra con que los taurinos expresan su satisfacción por el comportamiento de los bureles. Tanto se ajustaron al guión que se apuntilló al sexto 8 minutos antes de que transcurriesen dos horas desde el primer toque de clarines y timbales, y eso que Castella paseó el anillo con las orejas del tercero.
- Sin ningún ánimo recibió Julio Aparicio al flojísimo primero, albahío, bocinero y botinero, que se dejó en el caballo, sin más; el segundo tercio fue visto y no visto, como si los banderilleros lo hubieran contratado a destajo; el tanteo fue jaleado por una plaza con ganas de aplaudir, y quedó el animalito gazapón, flojo y al paso; lo cazó desde fuera y escupiéndose. Al cuarto lo recibió bailón y con pasito atrás; el tercio de varas fue un simulacro y el quite de Aparicio intranscendente; pareó con decisión Otero, aunque no acertó en la colocación, y bregó eficazmente Rafael González; la faena fue un catálogo de dudas de toro y torero y todo terminó con una rinconera.
- El segundo de la tarde salió ya tan ahormado que permitió a Morante de la Puebla lancear con gusto y con reposo, rematando con una gran media. Fuese el bicho con velocidad y al sesgo hacia el caballo, le rodeó y empujando por delante le derribó, saliendo de naja; intentó justificarse Morante con dos chicuelinas y en la segunda entrada la vara cae trasera y el animal se limitó a quedarse en el peto; volvió a intentarlo el coletudo, pero las verónicas fueron deslucidas. Se dolió el burel en palos, en los que destacó El Lili. Antes de poder saludar al usía, se le vino al diestro, quien en el tanteo le intentó corregir por abajo su embestida descompuesta; demasiado metido en rayas y con muchos alivios no acertó a superar el punteo del jabonero que, además, era revoltosillo; sin probar la zurda y después de dejar al cuvillo sin moscas le endosó, casi a toro corrido, una media caída y atravesada. Poca historia tuvo el quinto, un animal que se dejó en el caballo y que anduvo siempre frenado, al que permitió el de La Puebla que castigaran en exceso, con el que nunca estuvo decidido y que pasaportó con otra media atravesada y un golpe de verduguillo.
- Sebastian Castella enlotó dos toros aristócratas. El primero salió ya embistiendo con clase en el saludo con el capote. En su primera entrada regateó al caballo y empujándolo hacia atrás de lado, con un solo pitón y la cara alta, derribó al bruto más por la incapacidad de Doblado que por el empuje de Ventanero, que, más asustado que el piquero, huyó a terrenos de nadie; se lució el francés en las verónicas y en la larga de remate, favorecido por la extraordinaria suavidad del cuvillo; la segunda vara no pasó de un picotazo del que el toro salió suelto. Siguió noble Ventanero en el segundo tercio, desmonterándose Curro Molina tras dos pares a cabeza pasada. Tras el brindis al respetable, Castella repitió uno de sus acostumbrados inicios en los medios con tres cambiados por detrás, el de pecho, capeína y remate. Ventanero iba como la seda, boyante, con son y tranco, desplazándose y repitiendo, y Castella tuvo la principal virtud de templarlo y dibujar alguna trinchera de sabor, mas de perfil y con la pierna retrasada; poco a poco el francés fue acortando distancias hasta ahogar la embestida de Ventanero, que a pesar de los chiquicientos pases y de lo inadecuado de la distancia seguía embistiendo con nobleza insuperable hasta los últimos pases de guardabarrera, desdén y trincherilla. Colaboró este auténtico carretón hasta para cuadrarse y recibir un sopapo bajo. El Sr. Muñoz Infante volvió a devaluar la categoría de Las Ventas asomando el moquero por partida doble.
Colaboró también de salida el sexto en el lucimiento de Castella con el capote. Se durmió en el peto y se aplaudió el gesto de José Manuel Moreno de levantar el brazo; la segunda vara fue un leve picotazo y el público ovacionó al "picador" nuevamente por levantar el palo; intentó Aparicio el "quite del perdón" entre la bronca del "respetable", pero la cosa no tuvo más mérito que la voluntad del madrileño. Tras un tercio de banderillas en el que el toro seguía respondiendo, Castella inició su faena con unos telonazos en los que se empleó Ganador y quebrantó así sus justísimas fuerzas; sólo aguantó dos tandas, una por cada pitón, algo pegajoso; después vendría la locura colectiva con el inevitable arrimón, dos circulares invertidos (ver para creer) y el penduleo (sí, ése que tanto afearon a Dámaso Gónzalez). Cayó el aviso casi al tiempo del pinchazo hondo, tendido y caído y los cuatro golpes de descabello que impidieron un nuevo derroche apendicular.
- Aprendí a "ver" toros sobre 1980 en la grada del 8 de Las Ventas. Procuraba situarme detrás de unos veteranos y prudentes aficionados con abono en su primera fila de quienes sólo llegué a conocer la filiación de uno de ellos (nada menos que el colmenareño don Luis Vicente Fernández Salcedo); allí alargaba la oreja para escuchar sus sabios y concisos comentarios que no siempre concordaban con el parecer ruidoso del público. Esa cátedra era la depositaria de los principios del toreo clásico, del toreo eterno; y esos principios son el fiel medidor con que, dentro de mis insuperables limitaciones, intento valorar el toreo de cada tarde. Y no sé si será porque esos principios ya no rigen la tauromaquia actual o porque la ignorancia y la torpeza me impiden visualizarlos en el ruedo, pero lo cierto es que el contraste entre mi percepción y la reacción del público venteño se agranda día a día. No comprendo que sirva para abrir la Puerta Grande una faena en la que el diestro no acabó de cuajar la suave boyantía de un toro, citando de perfil y con la pierna contraria retrasada, ahogando su embestida y rematando con una estocada baja. No comprendo que se haga saludar a un banderillero que cuadró a toro pasado y dejó caídos los palos. No comprendo el aplauso a un picador... ¡por no picar! No comprendo que se abronque a un diestro porque se proponga ejercer su derecho -que debería ser también deber- de hacer un quite (sí, esa cosa que está en peligro de extinción). Y no comprendo que se jaleen circulares invertidos a un toro moribundo.
Esto ya es pasado, mas el futuro es desalentador. Se fue Rincón; se va Esplá (sí, Esplá, el del 5-J); y El Cid se encuentra "desaparecido". Se quedan mandando Tomás, Perera y Castella. Y llega Luque. Un panorama que invita a una depresión profunda.
Las fotos son una pequeña muestra del gran reportaje fotográfico de la tarde realizado por Rafa Carlevaris
Nota: Publicado originalmente en el blog estrapicurciela
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Cuadro de Puntuación de la corrida de Núñez del Cuvillo del 03/10/2009 en Las Ventas.
(Cada aspecto está puntuado de 0 a 5, y la nota media es ponderada, al no tener todos los aspectos el mismo peso en la puntuación)
Nota: Publicado originalmente en el blog estrapicurciela
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