La oportunidad de ver a Juan Mora en las puertas de Madrid era una tentación que el aficionado no podía resistir, y eso le ha llevado por primera vez al mal llamado Centro Multiusos de Las Rozas, donde está instalada una confortable plaza de toros. Cuando el aficionado se instala en su cómoda localidad recuerda que a sus huesos le esperan cuatro tardes de martirio en la fastidiosa piedra de Las Ventas.
Juan Mora, satisfecho, da una clamorosa vuelta al ruedo
El hecho de que Juan Mora haya toreado esta temporada dos corridas de toros, mientras Padilla lleva 62 y 60 El Fandi da una idea de cómo está esto. Su tercer paseíllo de 2014 lo hace a dos pasos de su casa, en un festejo mixto con el rejoneador Sergio Galán y el matador Daniel Luque.
El aficionado no ha llegado nunca a sacar la debida sustancia al arte del rejoneo, pero ha venido acompañado de su mujer, acérrima partidaria de "los caballitos". Eso sí, el primer novillo es de lo más feo que ha podido verse en un ruedo y el corrido en cuarto lugar era una especie de becerrete indecoroso.
Lo importante es lo de Juan Mora. Su tarde de capote y muleta ha sido completa, a la que ha faltado el broche del estoque, ese de acero que es el único que usa el placentino, para vergüenza del resto del escalafón, que torea con uno simulado. Ya en su primer toro dibujó unas verónicas de ensueño en el saludo y en el quite artístico, y toreó de muleta con temple exquisito y vertical naturalidad a un torete noble y flojo. En su segundo toro, quinto de la tarde, el pacense toreó de maravilla con capote y muleta. Meció el percal en un bellísimo saludo por verónicas, sin aspavientos, ni mentones en el pecho, ni forzamientos, la figura erguida y los pases suaves. Gustó y se gustó en un galleo por chicuelinas para poner al toro en suerte ante el jaco y bordó el toreo en el quite, de nuevo por verónicas, rematadas por una buena media, cargando la suerte. Con la franela dibujó carteles de toros con la derecha, al natural, pases de pechos, trincheras, cambios de manos, kikirikí y desdenes, rematando en la cadera, iniciando y abrochando la faena con la rodilla flexionada, todo despacio con exquisito temple, elegancia y la naturalidad como seña irrenunciable de identidad. Un toreo relajado y vertical, hilvanados los pases, de tal forma que elevó la estética a la categoría de arte. Se mesó los cabellos tras pinchar esa faena y, muerto el toro, acarició el testuz en señal de reconocimiento a la colaboración que tuvo en el de El Pilar, justo de presencia, como sus hermanos.
Cuando se contempla una actuación de ese calibre, es muy difícil salir a torear, y esa papeleta le tocó a Daniel Luque, que no tuvo opciones con un descastadísimo tercero, que acabó echándose, pero que se encontró con una abanto sexto que no paró de moverse desde su salida hasta el final, y al que consiguió fijar el sevillano con la muleta. Lo intentó, pero Luque sacó a relucir su toreo moderno y aliviado, en ocasiones bonito, sin olvidarse de su serie de luquesinas, alternando los brazos y con la espada en la arena. Pero era mucho el contraste entre ese toreo y el clásico de Juan Mora que acababa de desparramar toda su clase en la plaza. Cazó al animal de una estocada caída después de intentar aprovechar una leve y extemporánea petición de indulto que el respetable no respaldó, afortunadamente, pues el toro manseó de salida, empujó en el caballo con la cara por las nubes y acudió pronto e incansable, pero tontorronamente a la muleta del andaluz.
De la cuadrillas será mejor callar.
El aficionado se fue de la plaza toreando hacia su coche. Había visto hacerlo como pocas veces recuerda. Le espera la Feria de Otoño con el despropósito de Abellán.
Cuadro de Puntuación de la corrida de El Pilar
Cubierta, abierta, cómoda y bonita plaza de toros
Llegan peñistas con carrito-nevera y provisiones
Picado a la alguacililla
Caballos, jinetes y amazona
Poca densidad en el amplísimo placo presidencial
Once músicos que sonaron muy bien, con grandes solistas de saxo y trompeta
Barandilla alta del bar
¡Qué feo era el primer novillo de Sergio Galán!
Los areneros tuvieron faena, aunque uno de ellos era proclive al escaqueo
Verónica de saludo de Juan Mora al segundo
El picador recibe a Bastardino
Quite
Apuros
Faena de muleta al segundo
Estocada honda y desarme
Entrega de los trofeos
La costumbre de cerrar al toro
¡Maricón el último!
Aconchado
El tendido de los sastres
Sergio Galán a dos manos, con diana mínima
Misterioso tejadillo en plaza cubierta
Saludo de Juan Mora al quinto
Galleo por verónicas
El piquero da los pechos
Quite por verónicas
El Chano no pierde detalle
Juan Mora ofreció un quite al sobresaliente, que llevaba un capote de Iván Fandiño
Inicios de faena a "Buscagua"
Derechazos
Naturales
Más naturales
Adornos
Conclusión
Lamento
Espera de hinojos
Tablilla del sexto toro
"Huracán" empuja con mal estilo
Luquesina
El sevillano se va a pie...
...y el conquense y el pacense, a hombros
Si no viniste a Las Rozas no sería por dinero
3 comentarios:
Me alegra saber por tu -como siempre- acertada crónica que fuiste testigo de la torería que desparramó el maestro Juan Mora en su justa, medida y templada faena realizada en Las Rozas (de Madrid). Esto hizo que se me viniera a la memoria el zambombazo que supuso la suya en Madrid, ya hace "unos otoños". Fue inesperada, auténtica, sentida, clásica... De un profesor que se permite en la madurez de su torería dictar una lección magistral para conocimiento de quien esté interesado en aprender a torear. Muy intensa fue, tanto que cuando rodó el toro sin puntilla (entrando a matar sin preparativos, sin darse coba, sin saltitos, sin cambios de terreno, sin dudar...) nos pareció que fue una obra completa sin pausas, sin dudas, sin tiempos muertos... Todo tan bello como desconcertantemente efímero. Así es el arte en el toreo.
Mi enhorabuena al torero por su toreo y a ti por tu crónica y las fotos. Por cierto cada vez te salen mejor. Si es que vales "p'a tó"
Miguel: solo la bondad y la amistad pueden ser responsables de la enhorabuena a mis fotos. Dejemos ese honor a Rafa Carlevaris, uno de los mejores fotógrafos taurinos de la actualidad, sin duda por su desmedida afición. Por cierto, que Rafa es el "responsable" de que no pudiese ver la corrida de Madrid, porque no tuvo otra ocurrencia que casarse el mismo día y a la misma hora.
UN abrazo.
Recuerdo perfectamente esa circunstancia, mensaje mío medió al respecto. Suscribo totalmente esos merecidos elogios a nuestro paisano, Rafa Carlevaris. Hasta el apellido lo tiene bonito. No se espera otra cosa que arte de un cadalseño.
Publicar un comentario