No pretendo emular a Corrochano cuando cantó las excelencias del Niño de la Palma, pero es ya un lema clásico cuando uno queda impactado la primera vez que ve actuar a un torero.
La empresa, con inteligencia y acierto, ha incluido en la feria una becerrada, con 4 añojos para dos becerristas. Buena combinación de cartel económico y promoción de futuros matadores de toros. Aceptable entrada en la sombra, refugio en otra tarde de mucho calor.
Encabezaba el cartel Jesús Mejías, anunciado como torero local, un alumno de la Escuela de Tauromaquia Marcial Lalanda, de Madrid, con mucho desparpajo fuera de la plaza y muy torero dentro de ella. Me dicen que pidió torear los dos añojos de mayor presencia, especialmente el tercero, lo que dice mucho de su pundonor. Desde el primer momento quiso dejar clara la disposición con la que se presentaba en Cenicientos y se hincó de hinojos en la puerta de chiqueros, aunque el becerro no hiciera por él. Con ese arrojo anduvo toda la tarde, más seguro con la franela que con el percal, sin que los dos añojos que le cupieron en suerte terminaran de romper. Quizás se apreció alguna secuela negativa de la Escuela, ya se sabe, la maldita uniformidad castradora de la personalidad y espontaneidad del torero, pero no me hagan mucho caso que son cosas mías.
Juan Pedro García "Calerito" es un fenómeno de esos que aparecen de cuando en cuando. Un niño sabio, tocado de una gracia especial para esto del toreo. Aúna clase, mucha clase, mando, conocimiento del toro y de la escena, y recursos impropios de su edad, de esos que sólo se adquieren con la práctica. Es sabido que esta profesión es muy difícil, que al final el toro es quien pone y quita, y que los avatares de una carrera de torero son muchos e imprevisibles, pero no cabe duda de que Calerito apunta muy alto. Que llegue a la cima solo el tiempo lo dirá. Lo mejor de la tarde lo reservó para el cuarto becerro, de poco respeto, pero nobilísimo y de embestida entregada, cuya faena de muleta brindó a su mentor, Espartaco Padre. Lo bordó con el capote y muleta. Por ponerle un pero, ya se sabe y practica ciertos resabios del toreo moderno que difícilmente luego se abandonan. Claro, que para qué va a abandonarlos si gustan tanto a la crítica y a los públicos.
La ganadería de Piedra Escrita tiene encaste Núñez del Cuvillo. Como ya queda escrito, solo destacó el cuarto becerro, si bien el ganadero salió a hombros junto a los dos becerristas.
Tarde pues, entretenida y esperanzadora a la que no faltó la anécdota de la presencia simultánea de dos becerros en la plaza, uno en la arena, el segundo, y otro en el callejón al haberse escapado de toriles tras lesionar al encargado de chiqueros.
Los dos noveles, con un aspirante
Encabezaba el cartel Jesús Mejías, anunciado como torero local, un alumno de la Escuela de Tauromaquia Marcial Lalanda, de Madrid, con mucho desparpajo fuera de la plaza y muy torero dentro de ella. Me dicen que pidió torear los dos añojos de mayor presencia, especialmente el tercero, lo que dice mucho de su pundonor. Desde el primer momento quiso dejar clara la disposición con la que se presentaba en Cenicientos y se hincó de hinojos en la puerta de chiqueros, aunque el becerro no hiciera por él. Con ese arrojo anduvo toda la tarde, más seguro con la franela que con el percal, sin que los dos añojos que le cupieron en suerte terminaran de romper. Quizás se apreció alguna secuela negativa de la Escuela, ya se sabe, la maldita uniformidad castradora de la personalidad y espontaneidad del torero, pero no me hagan mucho caso que son cosas mías.
Juan Pedro García "Calerito" es un fenómeno de esos que aparecen de cuando en cuando. Un niño sabio, tocado de una gracia especial para esto del toreo. Aúna clase, mucha clase, mando, conocimiento del toro y de la escena, y recursos impropios de su edad, de esos que sólo se adquieren con la práctica. Es sabido que esta profesión es muy difícil, que al final el toro es quien pone y quita, y que los avatares de una carrera de torero son muchos e imprevisibles, pero no cabe duda de que Calerito apunta muy alto. Que llegue a la cima solo el tiempo lo dirá. Lo mejor de la tarde lo reservó para el cuarto becerro, de poco respeto, pero nobilísimo y de embestida entregada, cuya faena de muleta brindó a su mentor, Espartaco Padre. Lo bordó con el capote y muleta. Por ponerle un pero, ya se sabe y practica ciertos resabios del toreo moderno que difícilmente luego se abandonan. Claro, que para qué va a abandonarlos si gustan tanto a la crítica y a los públicos.
La ganadería de Piedra Escrita tiene encaste Núñez del Cuvillo. Como ya queda escrito, solo destacó el cuarto becerro, si bien el ganadero salió a hombros junto a los dos becerristas.
Tarde pues, entretenida y esperanzadora a la que no faltó la anécdota de la presencia simultánea de dos becerros en la plaza, uno en la arena, el segundo, y otro en el callejón al haberse escapado de toriles tras lesionar al encargado de chiqueros.
Aficionados coruchos en la puerta del Centro Multifuncional (lo siento, pero así se rotula)
Jesús Mejías, a portagayola
Par de Mejías al primero
Íntimo brindis al cielo
Pase de pecho en el tercio
Entró a por todas
Preludios de los problemas en toriles
Larga cambiada de rodillas de Calerito al segundo
El becerro del callejón fijo con un empleado de la plaza que no pudo saltar la barrera
No todos se sintieron seguros en los burladeros de callejón
El becerro en la plaza y el interés en el callejón
Calerito se ayuda en el natural con el segundo de la tarde
Mejías saluda al tercero
Mejías alarga la embestida con la izquierda
Calerito lancea a la verónica en su saludo al cuarto
Chicuelina de cartel
Templando la embestida
Bonita trinchera, poco ajustada
Pase del desdén
Desplante
Calerito reconoce con un gesto la bondad del cuarto
Las alguacilillas entregan los máximos trofeos a Calerito
Diestros y ganadero a hombros
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