Tarde de resaca en Las Ventas, climatológicamente muy desapacible, que nos ha devuelto a la normalidad, que no es otra que el descaste de los toros, antaño de lidia. O sea.
El culpable ha sido esta vez el hierro del Puerto de San Lorenzo, que se ha traído un encierro mal y desigualmente presentado, con animales anovillados y un toro, el sexto, con hechuras más propias para festejos en las carreres levantinas que para salir en una plaza de toros. Y por dentro hueros de casta, llenos de mansedumbre, alarmantemente flojos, cuando no inválidos, salvo en buen quinto, que desaprovechó el confirmante. No salieron sobreros única y exclusivamente porque don Julio Martínez desvalorizaba una vez más el palco de Madrid ¡quién si no!
Así que esto merece pocas letras.
Diego Urdiales se enfrentó al segundo torito de la tarde, que lisa y llanamente no era apto para la lidia -motivo para su obligada devolución- al que no se picó, a pesar de lo cual anduvo renqueante, y con el que el riojano se puso pesado, antes de cobrar una estocada. El cuarto novillo, perdón, toro, también era muy flojo y se rajó con descaro; de nuevo, alargó innecesariamente la faena para terminar de pinchazo y honda. Solo 24 horas antes quedó demostrado que bastan 24 pases para triunfar. Hay algunos que no se han enterado.
Confirmaba alternativa, con cierto retraso, Alfonso Aguilar, y lo hizo con Joyito, un terciado ejemplar, manso, flojo, y que acabó rajándose, con el que únicamente evidenció una figura retorcida en el cite y una exageradísima e irracional forma de cruzarse. Al quinto lo recibió bien andando a los medios, y ahí terminó lo bueno, porque tras cumplir en el caballo y banderillas, Playero I quedó con poder y codicia, y el madrileño no supo aprovecharlo, siempre forzado de postura, movido, con la suerte descargada, incapaz de darle salida; por una vez que sacó una tanda con mando y mano baja, la jodió con un martinete a destiempo. Solo 24 horas antes, el toreo, que es naturalidad, había arrebatado a la afición. Hay algunos que no se han enterado.
Sujetó bien Miguel Tendero al abanto tercero, con el capote en la arena, pero no hubo más porque el toro era una basura; lo liquidó de una estocada, cobrada con mucha suficiencia. El sexto mulo, perdón, toro, de 649 kilos, no hizo otra cosa que huir y corretear; como, además, no embestía, sino que topaba sin pasar, el albaceteño hizo lo propio: machetearle hasta tirarlo patas arriba antes de despenarlo de estocada, tras pinchazo. Esa es la lidia que merecía, pero algunos en los tendidos no se enteraron. ¡Con el juego que hubiera dado en las calles de la Vall d'Uixó!
Bien picó Ángel Rivas en el tercero y bien también pareó Juan Navazo, levantando los brazos y cuadrando en la cara del quinto, aunque una banderilla quedara en la arena. Horrible Lucas Benítez banderilleando a este mismo toro, y el inefable don Julio que cambió el tercio con solo tres rehiletes prendidos en su piel.
Con la de tardes horrorosas que se suceden en Las Ventas, unas detrás de otras, y que no haya forma de enlazar dos buenas.
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